Poster de la película. |
Fecha de estreno: 25 de Diciembre de 1928. Duración: 164 min. País: Francia.
Género: Cine Mudo.
Género: Cine Mudo.
Título Orig.- L’argent. Director.- Marcel L’Herbier. Argumento.- La novela homónima (1891) de Émile Zola. Guión.- Marcel L’Herbier y Arthur Bernéde. Fotografía.- Louis Berte, Jules Kruger y Jean Letort (B/N).
Montaje.- Marcel L’Herbier.
Música.- Jean-François Zygel (restauración de 2006).
Productor.- Jean Sapene.
Producción.- Société des Cinéromans / Cinemondial.
Intérpretes.- Pierre Alcover (Nicolas Saccard), Alfred Abel (Alphonse Gunderman), Brigitte Helm (baronesa Sandorf), Henry Victor (Jacques Hamelin), Marie Glory (Lina Hamelin), Pierre Juvenet (barón DeFrance), Antonin Artaud (Mazaud), Jules Berry (Huret).
Montaje.- Marcel L’Herbier.
Música.- Jean-François Zygel (restauración de 2006).
Productor.- Jean Sapene.
Producción.- Société des Cinéromans / Cinemondial.
Intérpretes.- Pierre Alcover (Nicolas Saccard), Alfred Abel (Alphonse Gunderman), Brigitte Helm (baronesa Sandorf), Henry Victor (Jacques Hamelin), Marie Glory (Lina Hamelin), Pierre Juvenet (barón DeFrance), Antonin Artaud (Mazaud), Jules Berry (Huret).
Temática: EL DINERO toma como punto de partida la novela homónima de Émile Zola, escrita en 1891 y adaptada a la época del rodaje, 1928, en vísperas del crack bursátil americano del que podría ser una premonición. En su doble función de guionista y director, L’Herbier describe una ambiciosa parábola sobre el dinero -ese “estiércol en el que crece la vida”, en palabras de Zola, su poder de atracción y su fuerza corruptora. La acción de la película se centra en un “trío infernal”, compuesto por los banqueros Saccard y Gunderman, junto con la baronesa Sandorf, frente a la ingenua pareja formada por el aviador Jacques Hameliny su esposa Line; por más que esta última, de honestidad intachable, se vea también tentada por la ambición económica. La personalidad contrastada de ambos banqueros resulta especialmente interesante. Obeso, vociferante, libidinoso y autoritario, Nicolas Saccard es una especie de Napoleón de las finanzas; de hecho, su admiración por el emperador francés se hace evidente con el busto que preside su mesa presidencial, así como por su tendencia a imitar algunas de sus posturas. Por el contrario, Alphonse Gunderman es frío, refinado, cerebral y cínico (impecable composición del germánico Alfred Abel). Curiosamente, a pesar de la imagen vulgar del primero y del permanente acoso de que hace objeto a la esposa del protagonista, L’Herbier manifiesta una mayor simpatía por este personaje que por su imperturbable opositor.
Clip de la película
Destacado miembro de la vanguardia cinematográfica francesa de los años treinta, la obra y la personalidad de Marcel L’Herbier permanecen lamentablemente olvidados en nuestro país, salvo por esporádicas proyecciones de filmoteca. Una verdadera injusticia si se tiene en cuenta que L’Herbier, junto con Louis Delluc, Man Ray, Jean Epstein, Abel Gance y Germaine Dulac, son los máximos representantes del movimiento de avant-garde, una audaz corriente innovadora, a la que en cierta manera se inscriben los primeros films de Luis Buñuel, que se vería injustamente cercenada con la llegada del cine sonoro. Es posible que la relativa ignorancia que oscurece el nombre de L’Herbier se deba a que su carrera sonora (una treintena de títulos frente los quince de su etapa muda) fuera, con contadas excepciones, de un interés muy inferior. En cualquier caso, algunas de sus mejores realizaciones –L’homme du large (1920), El Dorado(1921), Don Juan et Faust (1922), L’inhumaine (1924), Feu Mathias Pascal (1925), Le diable au coeur (1927) y, por supuesto, EL DINERO (1928)- forman parte ya de la historia del cine.
Al margen de su argumento, ya comentado en la Temática, EL DINERO no sería uno de los grandes títulos del cine francés sin su monumental puesta en escena. Una verdadera superproducción que costó cinco millones de francos y que contó con decorados espectaculares (el inmueble de la Banque Universelle de Saccard se compone de un espacio de tres pisos repletos de gente y mobiliario) y centenares de figurantes (se habla de 1.500 personas en las escenas de la Bolsa de París, rodadas en el propio edificio durante tres jornadas festivas). Todo ello visualizado por medio de continuos movimientos de cámara para los que se utilizaron los recursos más variados, desde plataformas con ruedas empujadas por operarios hasta innovadoras tomas cámara en mano. Por otra parte, la mayoría de las escenas se rodaron con tres aparatos colocados en ángulos diferentes del plató, con las consiguientes dificultades de iluminación. Son especialmente destacables, en la secuencia de la Bolsa, los rápidos travellings en vertical y horizontal, a gran altura, con la cámara sujetada con cuerdas y rieles.
L’Herbier traza un paralelismo entre el círculo que forman las hélices del avión y el espacio central de la Bolsa, para continuar después con el montaje alternado del alzamiento del aparato y la visión aérea del interior del edificio. El vuelo del avión constituye una parábola del despegue de las acciones de la Banque Universelle, cuya fortuna económica depende de los pozos de petróleo que Hamelin se dispone a adquirir en la Guayana Francesa.
Es posible que la magnificencia y el carácter futurista de Metrópolis (Metropolis, 1926), de Fritz Lang, influyeran en Marcel L’Herbier a la hora de plantear EL DINERO, así como en la elección de algunos actores, como Brigitte Helm y Alfred Abel. Sin embargo, la audacia visual y el ritmo incesante del film resultan incuestionables. En uno de los momentos culminantes, Nicolas Saccard discute y casi estrangula a la perversa baronesa Sandorf, su antigua amante. La escena tiene lugar en un sofá, de manera que la cámara enfoca en contrapicado el techo de la habitación en la que se proyectan las sombras de los jugadores de cartas, lo que pone de manifiesto que el verdadero motivo del enfrentamiento no es sentimental sino monetario. Otro factor a tener en cuenta es la esmerada ambientación artdéco de la película, una estética elegante y ampulosa que, más allá de función decorativa de los musicales de Fred Astaire, adquiere el valor de manifestación plástica del poder que otorga el dinero.
“Estábamos al final del cine mudo -manifestaría L’Herbier, años después- y creo que nadie puede discutir actualmente que habíamos alcanzado una gran precisión en los medios técnicos empleados. Ese cine que iba a morir estaba particularmente vivo y, en el mundo entero, había entonces unas ideas de la puesta en escena extremadamente avanzadas”.
La ambivalencia moral de Line Hamelin, que desea seguir fiel a su marido pero se ve tentada por la vida acomodada que le propone Saccard, es un buen ejemplo de la complejidad argumental de una cinta alejada de esquematismos morales, a pesar de la inevitable reconciliación final de la pareja protagonista. La misma Line es la causante de la ruina de Saccard al vender su paquete de acciones a su rival Gunderman. La caída de la Banque Universelle lleva a su propietario a la cárcel. Pero ello no impide que, una vez en ella, Saccard tiente al carcelero con la posibilidad de emprender nuevos negocios a su salida.
“El dinero es un servidor fiel y un patrón temible”, afirma uno de los jueces durante el proceso al banquero.
No cabe duda de que EL DINERO es uno de los títulos fundamentales del cine mudo, equiparable a los de Griffith, Murnau, Stroheim, Lang o Sjöström. Una lista a la que debería añadirse, sin más dilación, el nombre de Marcel L’Herbier.
Fuente: Fichero del AULA DE CINE/CINE CLUB UNIVERSITARIO. Centro de Cultura Contemporánea – Universidad de Granada. Con fines divulgativos.