Una historia de violencia (2005)

Área de Cine y Audiovisual

Creo que UNA HISTORIA DE VIOLENCIA trata sobre un buen número de temas, e incluso me parece que tiene ciertas similitudes con los westerns clásicos del cine norteamericano, algo de lo que fuimos muy conscientes a lo largo del rodaje, si bien siempre se ha visto al western como un género bastante conservador, e incluso reaccionario, con ideas muy cristianas sobre la redención y ese tipo de cosas. Y creo que UNA HISTORIA DE VIOLENCIA es un poco más subversiva, que empieza con una propuesta más o menos tradicional y luego se subleva contra ella, la cuestiona y la termina corrompiendo. Por lo tanto no creo que el único tema de la película sea la redención. Sí creo que el film se pregunta sobre si la redención es posible, pero la realidad es que no necesariamente la contesta. Muchas otras cosas quedan sin contestar porque no tengo las respuestas, sólo tengo las preguntas. Por eso la película no tiene un mensaje predigerido, porque para eso uno tendría que tener todas las respuestas e ir presentándoselas convenientemente a su público”.

«El film se hace muchas preguntas. Una de ellas es si es posible escapar de nuestra herencia animal en lo que concierne a la violencia. Somos los únicos animales que podemos elegir no ser violentos, porque tenemos conciencia e intelecto y entendemos cuáles son las consecuencias de un acto de violencia».

David Cronenberg

 

Introducción

Una historia de violencia (2005) continúa el ciclo «Cineclub Universitario meets Granada Noir (II): negras viñetas en negro celuloide«. Dicha película será proyectada, en versión original en inglés con subtítulos en español, el 17 de noviembre de 2018, a las 20:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Antigua Facultad de Medicina en Av. de Madrid). Entrada libre hasta completar aforo.

Más de lo que aparenta

Una historia de violencia está ambientada en Millbrook, una pequeña ciudad de Indiana (Estados Unidos), trata sobre un hombre a quien se desconoce cada vez más, a medida que se aportan nuevos datos sobre él. El protagonista del último film de David Cronenberg tiene una bella esposa (Maria Bello) y dos hijos estupendos (Ashton Holmes y Heidi Hayes). Todos juntos podrían posar para un cuadro de Norman Rockwell, si no fuese porque enseguida se muestran algunas intimidades que estarían fuera de lugar en un lienzo del famoso pintor estadounidense.

Lo más relevante desde un punto de vista argumental tiene lugar en el restaurante de Tom, el protagonista, donde acuden dos mafiosos (Stephen McHattie y Grez Bryk) con malas intenciones. Antes de los créditos, los dos angelitos proporcionan una lección de profesionalidad a la hora de matar a quienes se cruzan con ellos en un hotel; por eso su propia muerte, a manos de Tom, no produce pena, a pesar de la retorcida truculencia con que la filma David Cronenberg. De la noche a la mañana Tom se convierta en un héroe nacional después de haber acabado con la vida de los dos malhechores que irrumpieron en su restaurante. A él, a pesar de todo, le disgusta la atención de las cadenas de televisión y los periódicos; odia los objetivos de las cámaras dirigiéndose a su rostro. Muy pronto sabremos por qué. Poco después de las muertes, aparece un nuevo mafioso (Ed Harris) en el restaurante de Tom y habla con él. Viene a recordarle sus viejos tiempos en Filadelfia, cuando su verdadero nombre era Joel Cusack y todo el mundo le temía porque su máxima especialidad consistía en matar. El pasado de Tom acaba de llamar a su puerta.

Estética Hiperrealista

La estética de Una historia de violencia es hiperrealista. David Cronenberg apenas tuvo en cuenta la novela gráfica de John Wagner y Vince Locke en la que se basaba el guión de Josh Olson; prefirió llevar la historia al terreno del materialismo realista, para así acentuar las perturbaciones psicológicas de los personajes. Sabía que, como las pinturas de Norman Rockwell, las imágenes de la vida en una pequeña ciudad estadounidense debían ser precisas, porque de ese modo era bastante más fácil sospechar de ellas. Un lugar idílico enseguida nos empuja a pensar que tiene que ocultar algo. David Cronenberg cree que la oscuridad puede notarse a plena luz del día, aunque no se vea, porque está en el interior de los seres humanos, agazapada como un animal que esperase durante horas para sorprender a una presa. Tom, sin ir más lejos, no resulta sospechoso de nada hasta que no se repara en su facilidad para matar. A partir de entonces va convirtiéndose en alguien cada vez más inquietante. Por si fuera poco, en cuanto su identidad es puesta en duda, todos a su alrededor se sienten de algún modo cuestionados. ¿Cómo han podido confiar en una persona que les ha mentido durante veinte años?

Cierre: La violencia nos rodea y atrapa

El foco de violencia inicial que desatan en un hotel los dos mafiosos que luego mueren en el restaurante de Tom se extiende de un modo alarmante entre los personajes del film. Tom es el primero en contagiarse cuando los mata, aunque también los espectadores y los rehenes que había en el local, porque de algún modo apoyamos lo que hace, sobre todo después de haber visto lo que sucedía en el hotel del principio, donde los dos mafiosos no titubeaban a la hora de matar, ni siquiera cuando se ponía a tiro una niña. A continuación irrumpen los medios de comunicación con su gusto por el impacto, los vecinos de Tom le aclaman, su mujer y sus hijos le observan entre sorprendidos y maravillados. Sin sospecharlo nadie, la violencia se irá volviendo multiforme poco a poco, hasta alcanzar a todos. Hay quienes no la perpetran pero la aplauden, hay quienes la desean aunque la teman, aunque la llevan en la sangre, hay quienes quieren infligir dolor, hay quienes desean recibirlo. No hay quien se salve. Incluso en el instituto del hijo de Tom, los matones de turno abusan de los más débiles. En las relaciones humanas, se rechaza y se abraza la violencia sin que a veces uno se dé cuenta de ello. Todos estamos contaminados.

Fuente: Cuaderno del Cine Club Universitario / Aula de Cine.

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