Maelström (2000)

Área de Cine y Audiovisual / Cineclub Universitario UGR / Aula de Cine "Eugenio Martín"

Introducción

Información complementaria al ciclo Cineastas del siglo XXI (V): Denis Villeneuve. Ciclo que el Cineclub universitario / Aula de cine, del Área de Cine y Audiovisual de La Madraza, nos ofrece durante el mes de noviembre, más una sesión especial la primera semana de diciembre, todos los martes y viernes, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario. Las películas se proyectarán en versión original, con subtítulos en español, y la entrada a las mismas es libre hasta completar aforo. Si bien, en esta sala y durante las proyecciones, NO ESTÁ PERMITIDO comer ni hacer uso de dispositivos móviles. Os agradecemos vuestra colaboración.

Otra historia de amor poco convencional

MAELSTRÖM es el segundo largometraje de su director y con el que empieza a dar forma a su estilo. Al igual que en su ópera prima, la síntesis es el principal arma de su director, creando una historia laberíntica tan de su gusto. De nuevo, el universo femenino, un hecho traumático a partir del cual se crea la trama, y una cámara incisiva en los detalles. Menos de hora y media para una película que, de nuevo, invita al espectador a definirla en su mente. Con carácter de fábula, MAELSTRÖM no realiza concesiones al espectador, por cuanto su construcción se aleja de lo convencional. De más difícil digestión que sus films posteriores, si no se entra en ella en su primera media hora, ya no se hará, pero transcurrido ese tiempo, Villeneuve nos premia con la construcción de una historia de amor que habría sido imposible en un contexto convencional.

La actriz Marie-Josée Croze  ofrece todo un tour de force en la película, dando vida a una mujer exitosa a la temprana edad de 25 años, pero a la que la vida pondrá en una situación verdaderamente difícil, tras una serie de hechos encadenados a partir del atropello de un hombre que, como resultado, morirá al llegar a su casa.

Un aborto, un atropello, una muerte, un hijo, un accidente de avión, y un amor como posible premio, o castigo, según se mire. La ironía está en que el personaje central, Bibiana (Croze), jamás habría conocido al maravilloso hombre que parece ser Evian (Jean-Nicolas Verreault), si no hubiera atropellado, accidentalmente a su padre, y aquél no hubiera venido de otro país a recoger sus cenizas. Nacimiento y muerte están conectados en MAELSTRÖM, en la que Villeneuve no ejecuta ningún tipo de juicio sobre la supuesta falta de moralidad de Bibiana. Para ello, y mediante un sutil sentido del humor, coloca en un personaje, externo a todo -el hombre en la estación, más tarde en el bar-, la solución más justa de todas, subrayando de paso la existencia de coincidencias. Si en Un 32 de agosto en La Tierra (1998), que también navega alrededor del drama personal de una mujer, abusaba del uso de primeros planos, aquí estos encuentran un mayor sentido, al querer captar los detalles. Esa ducha bajo cuya agua Bibiana se encuentra segura viendo el mundo en tres dimensiones, los planos de los compañeros del atropellado brindando al mismo tiempo que maldicen al autor del atropello, irónicamente presente con ellos, los rostros en la confesión final, o varios planos en su primer tramo, aquel en el que la película se construye poniendo a prueba la paciencia del espectador, dando pistas. Detalles, que luego alcanzan significado con otros, en el segundo tramo, en los que el dolor y la esperanza caminan de la mano, buscando entendimiento, una de las constantes en el cine de Villeneuve.

Cierre

“Maelström” es el nombre del remolino que se forma en el archipiélago noruego –Evian y su padre son noruegos- de las islas Lofoten. El nombre, y la cantidad de historias surgidas de esa región, han servido para alimentar la cultura popular de muchas y diversas formas. Desde Edgar Allan Poe a Arthur C. Clarke, pasando por Jules Verne. Un gran remolino de metafórico significado que, en este caso, alude a la tormentosa vida de su protagonista, emparejada a la del pez que narra la historia. Y sólo el amor parece poner fin a las desdichas, o enormes sentimientos de culpabilidad -capaz de hacer muchos estragos-. Con la historia del pez, Villeneuve se permite el lujo de cerrar su film como casi siempre, en el punto adecuado, con la frase adecuada, cortando de repente, para que el espectador lo continúe.

Fuente: Cuaderno del ciclo Cineastas del siglo XXI (V): Denis Villeneuve.