Interstellar (2014)

Área de Cine y Audiovisual

“Contamos con un gran asesor científico y tratamos de mantenernos fieles a la realidad de la astrofísica, pero en realidad, se trata de una historia sobre un padre y sus hijos. Y esa es la experiencia que espero que la gente se lleve de la película.”

“Mi intención desde un primer momento fue hacer una ciencia ficción con una mirada positiva. Hay un tipo de ciencia ficción, que incluye a grandes éxitos de taquilla de las décadas del 70 y del 80 con las que me crié, la era de Spielberg y de Lucas, en donde no siempre la mirada era pesimista. Si tomas Encuentros en la tercera fase por ejemplo te darás cuenta que es una película muy optimista. Hay una línea en la ciencia ficción a la que yo me quería sumar que es esencialmente optimista. Es la que habla del espíritu humano, de su capacidad de supervivencia, de las conexiones entre nosotros, de la positividad de nuestra esperanza, todas esas cosas que nos pueden llevar a lugares extraordinarios. Y la verdad es que ese fue el punto inicial en nuestra película, y si vas a hablar del fin del mundo, porque es precisamente de eso de lo que trata INTERSTELLAR aunque no se mencione en el póster, mejor hacerlo con una actitud positiva. A lo que voy es que podemos ir más allá de eso, podemos trascender después del fin del mundo. Podemos salir a buscar otro lugar para nosotros en la inmensidad del universo. Para que esta historia funcionara, necesitábamos tratarla con mucho optimismo.”

Christopher Nolan

Introducción

Con la película Interstellar (2014) continúa el ciclo «Cineastas del siglo XXI (IV): Christopher Nolan«, el 4 de diciembre de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Antigua Facultad de Medicina en Av. de Madrid). Ciclo organizado por el Cine Club Universitario / Aula de Cine de La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada. La película se proyectará en versión original en inglés con subtítulos en español y la entrada a la misma es libre hasta completar aforo.

Un futuro nada improbable

El futuro que muestra Interstellar no es nada distópico, fantástico e improbable, sino que aparece enraizado en clave realista con lo que en la película se define como el derrame del siglo XX: No hay comida, no hay trabajo, se necesitan granjeros y la Tierra expira.

Interstellar recrea un futuro impreciso, no muy alejado en el tiempo. Nada hay en el modo de vestir, en los vehículos o en el mobiliario de las casas diferente a nuestras ropas, nuestros coches o nuestros muebles, si bien se exhibe una tecnología fuera de nuestro alcance: Inteligencia artificial, naves capaces de saltar a otra galaxia, etc. Esta sociedad futura ha dejado definitivamente atrás los años de la opulencia y se aboca a la asfixia. A la sobreexplotación del planeta jaleada por el capitalismo.  Al agotamiento de los recursos, se suman las consecuencias del cambio climático, que el susodicho capitalismo niega de manera interesada e imprudente. Las plagas se alimentan del nitrógeno presente en la atmósfera y están consumiendo el oxígeno, y la desertización provoca tormentas de arena de dimensiones bíblicas. Todos tienen siempre una mascarilla a mano. El film sugiere ejemplarmente la convivencia cotidiana con el desastre; una visión del futuro incómoda por su cercanía y verosimilitud.

El héroe de Nolan

Cooper es un héroe, el primer héroe íntegro en la filmografía de Nolan; un tipo desplazado, al margen, en los márgenes, baqueteado por la vida y escindido entre sus deberes como padre y como hombre, pero un héroe al fin y al cabo, que no necesita vestirse de murciélago para hacer lo mejor que buenamente pueda. La separación de los seres queridos ocupa un lugar central en el conflicto. Para Cooper supone un desgarro íntimo, no tanto por su hijo Tom, que está entrando en la vida adulta y no le asusta asumir responsabilidades, sino por la pequeña Murph, una chiquilla repentinamente huérfana en este mundo ingrato, en esa edad en que las ingratitudes son como navajazos.

El Western a las estrellas

En Interstellar se superponen dos tipos diferentes de épica. En sus primeros minutos, la historia participa de la americana, una narración que escudriña en (y preserva) la Esencia de los Estados Unidos. Aquel paisaje de antaño donde se forjó un país (o cierta idea de país) le sirve a Nolan para hacer más atroz el retrato de la desolación y más urgente sus advertencias. Nada es eterno. Aquel paisaje familiar de granjas aisladas en medio de la llanura, aquellos grandes sembrados son acosados por plagas que obligan a los granjeros a destruir las cosechas y emigrar en camionetas en las que se amontonan los pocos enseres salvables en busca de tierras más propicias. Interstellar evoca la textura de obras ambientadas durante la Gran Depresión, desde Las uvas de la ira (The grapes of wrath, 1940) de John Ford hasta Esta tierra es mi tierra (Bound for glory, 1976) de Hal Ashby, y comparte con ellas una misma estratagema: Mirar al ayer para aprender de él y enfrentarse con mayor conocimiento de causa al mañana. La mención al western no es caprichosa; el film sugiere que los pioneros que forjaron el país en los tiempos de la Conquista del Oeste son del mismo temple de quienes están llamados a protagonizar la Conquista del Espacio. El tema de la frontera, consustancial al western y de tanto peso en la tradición norteamericana, se lleva a las estrellas.

Cierre: El dolor del paso del tiempo

En su búsqueda de otro planeta en el que vivir, se llega a un planeta en el que cada hora transcurrida equivale a siete años en La Tierra. Las tramas de la película se multiplican a partir de entonces, y lo hacen en dos espacios que se suceden en paralelo pese a que esa diferencia temporal haga que los hijos de Cooper, el protagonista, estén a punto de atraparle en cuanto a edad. El tiempo es una condición relativa, e Interstellar se convierte en este momento en un film sobre el dolor que ejerce en toda su dimensión el paso desaforado de ese tiempo. La desconexión cruel con el tiempo-espacio se materializa a través de los mensajes que mira Cooper y en los que quedan comprimidos todos esos largos años en que la fractura temporal y espacial le ha hecho permanecer fuera de su hogar (la evolución física de su hijo, el nacimiento de su nieto), mientras él, si se observa en un espejo, descubre que es como un metafísico Dorian Gray que volverá con el mismo rostro e idénticas arrugas a las que partió.

Fuente: Cuaderno del Cine Club Universitario / Aula de Cine.

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