El puente de los espías (2015)

Área de Cine y Audiovisual

“(…) esta era una película de espías muy diferente a todas las demás porque se acerca más a cómo cuentan los historiadores las cosas que a cómo las cuentan los guionistas que escriben historias de ficción sobre espías. Me interesaba contar los detalles de cómo se realizó el intercambio de Powell por Abel y la lucha de poderes que hubo detrás, y de cómo este abogado especializado en seguros, Donovan, fue invitado a meterse en algo totalmente alejado de su trabajo habitual por lo que terminó metido en el medio de la Guerra Fría. Eso fue lo que nos llevó a Tom y a mí a decir que esta era una película de espías, pero también una que habla sobre lo importante que es mantenerse fiel a tus principios. (…) El espionaje fue lo que me atrajo lo suficiente como para que quisiera escuchar la historia, pero luego me interesé más y más, y descubrí cuán inusual había sido. Esa fue la razón por la que llamé a los hermanos Coen para que me ayudaran, porque supieron darle el toque justo de ironía. (…).

(…) Me gusta la sencillez en la información. Creo que otra de las cosas que muestra la película es cómo se reunía información en otros tiempos. (…) Muchos de los muchachos que hoy se dedican al hacking ni siquiera saben qué es lo que están buscando. Era mucho más simple lo que hacía Donovan en su época. Hoy hay más espionaje que en cualquier otro momento de la Humanidad. (…) Espero que la gente joven sienta curiosidad por las cosas que no conoce y vaya a ver la película. (…)

Steven Spielberg

Introducción

Con El puente de los espías (2015) el CineClub Universitario / Aula de Cine sigue con el ciclo «Maestros del cine contemporáneo (VII): Steven Spielberg (y 6ª parte)«. Cada una de las películas que integran el mismo se proyectarán, en versión original en inglés con subtítulos en español, todos los Martes y Viernes, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Antigua Facultad de Medicina en Av. de Madrid).

La dualidad del primer plano

El Puente de espías arranca con un retrato: La mirada neutra de un hombre. El plano abre y descubrimos que se mira en un espejo. El encuadre sigue abriéndose y en el otro extremo aparece un lienzo con el mismo rostro. Ya vemos dos reflejos: en cristal (a la izquierda) y en pintura (a la derecha). En el centro, de espaldas, el pintor frente a su autorretrato: Rudolf Abel (Mark Rylance). Es el mismo hombre, supuestamente ruso, que unos minutos después, tras una prodigiosa secuencia de vigilancia y seguimiento en el metro de Nueva York, será detenido en su apartamento y acusado de espionaje por el FBI. La dualidad de este primer plano de El puente de los espías no solo anuncia las áreas grises para la percepción del film (¿podemos fiarnos de lo que vemos?), sino que actúa como sugerente metáfora de los desdoblamientos y las tensiones alrededor de las cuales construye Steven Spielberg este  largometraje.

Dos escenarios

Finales de los cincuenta y principios de los sesenta, los “años calientes” de la Guerra Fría. Basado en hechos reales, el relato se desdobla en dos escenarios: Nueva York y Berlín. En la primera parte, adopta las formas familiares y sin sobresaltos de un procedimental jurídico. El abogado de Brooklyn James B. Donovan (Tom Hanks), personaje de espíritu capriano que destila idealismo, inteligencia y tenacidad, defiende en los tribunales al hombre más odiado de América. Su jefe, interpretado por Alan Alda, le pide que haga una defensa protocolaria del espía, pues “no hay forma de evitar la condena”, pero la integridad de Donovan le impide abandonar su profesionalismo y ética constitucional. Con su defensa del enemigo, Donovan no solo pone en peligro la firma para la que trabaja, sino su integridad y la de su familia. Demostrados su carácter férreo y evidentes dotes para la diplomacia, en el segundo bloque Donovan es absorbido por la CIA para mediar entre gobiernos y negociar un intercambio de espías que debe producirse en Berlín, ciudad a su vez desdoblada, cuyo muro se levanta en esos momentos. Dos subtramas paralelas completan el argumento maestro: Por un lado, la del piloto Francis Gary Powers y el famoso incidente del U-2 abatido en la Unión Soviética en 1960; por otro lado, la menos conocida historia del estudiante americano Frederic L. Pryor, que acabó con sus huesos en el lado erróneo del muro en el peor momento posible. Ambos individuos se convierten en meras piezas de un juego estratégico que, tal y como sugiere el film, sigue jugándose hasta el día de hoy.

Cierre

Propulsado por los contrastes el film avanza hacia un destino oculto. El desconcierto juega un inequívoco papel de identificación psicológica con el protagonista. Esta ruptura de expectativas queda reforzada con la renuncia del thriller al espectáculo. Como ocurría en Lincoln, concentra sus tensiones en el arte de la negociación y del diálogo. Por ello El puente de los espías es una película esencialmente hablada, una partida de ajedrez que defiende el uso de la palabra como suplantación de las armas, así como la necesidad de reconocerse en las virtudes del otro, el enemigo declarado.

Fuente: Cuaderno del Cine Club Universitario / Aula de Cine.

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