“la película más completa que la guerra ha inspirado a un hombre amante de la paz”.
Louis Delluc
Todos los valores bélicos por excelencia son objeto de chirigota en ARMAS AL HOMBRO. El patriotismo, la disciplina, la destreza, el valor mismo, son tratados por la irónica lente de la cámara de Chaplin con el mismo (poco) respeto que las carreras, caídas, lanzamientos de tartas… Una vez más, Chaplin es un pobre miserable al que todo en la vida se le pone cuesta arriba. La guerra forma parte de ese gran absurdo que Charlot observa con ojos tremendamente abiertos y gesto absolutamente escéptico. Aquí su carismático bastón es sustituido por un fusil, su andar expresa la misma torpeza y sus famosos encogimientos de hombros no encuentran motivos para no prodigarse como siempre.
Veintidós años antes de la realización de El gran dictador (1940), Charles Chaplin realiza este film profundamente antibelicista. Lejos del reflexivo mensaje que desarrollará más tarde en su caústico retrato del entonces emergente líder nazi, en esta ocasión Charlot es el protagonista de una de sus alocadas pantomimas en la que la acción se desarrolla a toda velocidad y el absurdo habitual de su humor encuentra perfecto paralelismo en el eterno absurdo de la guerra.
En ARMAS AL HOMBRO, la propaganda cede paso a una obra de ficción tradicional, en la que Chaplin encarna a un humilde soldado raso que libra una gesta heroica que resultará ser (el breve plano final es el de un par de soldados que lo despiertan en su tienda de campaña) un sueño. En la primera secuencia, la torpeza proverbial del personaje, con fusil al hombro, sabotea unos ejercicios de entrenamiento y crispa los nervios del sargento instructor. Ya en las trincheras, a un paso del enemigo alemán sito en otras cercanas (cuyo oficial al mando, cruel caricatura de las tropas del Káiser, es un ser escuchimizado y bajito, ferozmente grotesco), el protagonista protagonizará una catarata de gags ingeniosos. La primera imagen de las trincheras, travelling incluido, hace pensar inevitablemente en Senderos de gloria (Paths of Glory, 1957), y la posibilidad de que Stanley Kubrick hubiera tomado buena nota de ella queda en el aire . Fuera de las trincheras , ARMAS AL HOMBRO brilla particularmente en la escena del bosque en la que Chaplin, disfrazado de tronco de árbol, derriba a unos cuantos soldados alemanes y en el tramo donde nuestro héroe encuentra a una muchacha solitaria (la inevitable Edna Purviance) con quien vive una corta aventura que constituye casi otra película. En esa frenética peripecia, para salvar a su bella cautiva, Chaplin logra disfrazarse de oficial alemán y detener nada menos que al Káiser, de visita a las tropas (y a quien despide, a la más charlotiana usanza, antes de que se lo lleven preso, con una patada en el culo). Esa pequeña película dentro de la película prefigura claramente El gran dictador, donde la usurpación de una identidad adquiere un rango más hiperbólico todavía: el modesto barbero judío que se hace pasar por el mismísimo Hitler, o su sosias Hynkel.
Pero es en las escenas que transcurren en las trincheras donde Chaplin se reserva los gags más personales. Al llegar por primera vez a su trinchera, cuelga de una pared, midiendo con exactitud la altura del clavo, un rallador de cocina, para de inmediato darse la vuelta, colocar la espalda sobre él y rascarse como un pulgoso. Un día recibe un paquete con comida en el que, además de una galleta dura como una roca, hay una bola de queso que, al abrirla, destila tal tufillo que Chaplin se calza en un abrir y cerrar de ojos una mascarilla antigás. Constatando que ni con mascarilla puede dar cuenta del queso, lo lanza al aire, con tal fuerza que impacta en el rostro del oficial enemigo de las trincheras próximas. La escena más surreal, insólita en el universo de Chaplin, tendente a la realidad más inmediata y concreta, es la del dormitorio de la trinchera inundado, que obliga al héroe y a su compañero a dormir debajo del agua, aunque con sábanas y almohada. La película tiene también sus toques de sentimentalismo, por ejemplo, cuando Charlot lee junto con un compañero la carta que éste acaba de recibir, y llora como si fuera propia, toda vez que él jamás recibe ninguna de los suyos.
Los dos gags más deslumbrantes, y cargados de sentido, de ARMAS AL HOMBRO tienen lugar en el transcurso de una misma secuencia. En el centro de las trincheras, Chaplin y su compañero están comiendo tranquilamente; hay una botella de vino por abrir y, ante la alarmante ausencia de un sacacorchos, el protagonista levanta la botella hasta el borde de la trinchera, donde recibe un impacto de una bala del enemigo que la destapa; acto seguido hace lo mismo para encender un cigarrillo y después se dispone a disparar a los alemanes, apuntando cada baja en una madera, con tiza, como si jugara al billar; al cuarto objetivo ha de borrar la marca con un trapo, porque el supuesto muerto le devuelve el disparo. Esta secuencia magistral viene a demostrar cómo la guerra genera su propia mecánica cotidiana, aguza el ingenio del soldado veterano y deviene una rutina comparable a la de la vida civil. Todos los gestos de Chaplin en esa cadena de gags obedecen precisamente a esa existencia diaria en el frente. La vida entre explosiones y disparos ha erradicado por completo el miedo o la excitación, incluso las veleidades heroicas, y se ha convertido en un monótono aburrimiento marcado por la repetición y el tedio: cuando, en la referida escena del, por así decirlo, tiro al pichón, Chaplin derriba a su quinta víctima y la apunta en su improvisada pizarra, deja inmediatamente de disparar, como quien ya está harto de jugar en una feria y decide volver a casa.
Ficha Técnica
- Año.- 1918.
- Duración.- 24 minutos.
- País.- EE.UU.
- Género.- Comedia.
- Título Original.- Shoulder arms.
- Director, Guión, Montaje, Música y Productor.- Charles Chaplin.
- Fotografía.- Roland H. Totheroh & Jack Wilson (B/N).
- Producción.- Charles Chaplin Productions para First National Pictures.
- Intérpretes.- Charles Chaplin (el soldado), Edna Purviance (la muchacha francesa), Albert Austin (soldado americano/soldado alemán), Sydney Chaplin (el sargento /el Kaiser), Loyal Underwood (el oficial alemán), Henry Bergman (el soldado gordo/el barman/el general alemán), Jack Wilson (El Príncipe), Tom Wilson (el leñador alemán).
- Sinopsis.- El soldado número 13 del ejército estadounidense de la 1ª Guerra Mundial defiende el frente con sus compañeros. Charlot, convencido de que va a morir por haber roto un espejo, no acertar en cara o cruz y por llevar el 13 de la mala suerte, sale lleno de miedo de su trinchera, pero consigue capturar a un grupo de enemigos alemanes él solo. Después de esto, cree que tiene buena suerte, y decide hacer un trabajo voluntario en el que le pasarán muchas cosas; entre ellas, disfrazarse de árbol, ayudar a una mujer francesa, capturar a más alemanes y hasta ganarse el respeto de toda la base americana. (FILMAFFINITY)
Curiosidades:
Charles Chaplin decidió suprimir algunas escenas rodadas de ARMAS DEL HOMBRO para centrar toda la acción en el frente, pues inicialmente debíamos ver al soldado antes de su ingreso en filas, con los familiares ropajes de Charlot. A este respecto, el propio Chaplin escribió en su “Autobiografía”: “Originalmente, ARMAS AL HOMBRO se componía de cinco partes. La primera debía titularse “La vida en casa”; la parte central, “La guerra” y la final, “El banquete”, en la que todos los mandamases de Europa celebraban la captura del Káiser efectuada por mí. Al final despierto de mi sueño. Las secuencias correspondientes a antes y después de la guerra no llegaron a ser rodadas, como tampoco lo fue el banquete final, aparte de su comienzo. Es decir, este comienzo se rodó pero jamás llegué a utilizarlo. Consideré preferible dejar en la oscuridad la procedencia y la vida familiar de Charlot, haciendo que apareciese ya enrolado en el ejército.”
En una de esas escenas suprimidas, Charlot pasea por la calle con tres niños, probablemente sus hijos. En la siguiente, llega al hogar, donde le espera una supuestamente enfurecida y autoritaria esposa, a quien no veremos: permanece fuera de campo, a la derecha de la imagen, y solo sabemos de ella a través de las reacciones asustadas del personaje y los platos arrojados que impactan en su cuerpo. Charlot pela una cebolla, cocina una sopa, tiende la colada… y recibe del cartero una carta que alienta a los americanos a enrolarse. La última escena de su vida civil acaece precisamente en la oficina de alistamiento, donde es reconocido por el médico en un único y largo plano que Chaplin filma a través del cristal de la puerta, a la manera de sombras chinescas. Ahí brilla la mímica del actor, que se traga una gigantesca cuchara primero y acto seguido unas tenazas, recuperadas por el doctor con la ayuda de un anzuelo. Como en muchas otras de sus grandes películas, el cineasta sacrificó extraordinarias escenas cómicas en beneficio del rigor del conjunto.
Fuentes:
- Dossier del Cine Club Universitario. Centro de Cultura Contemporánea. Vicerrectorado de Extensión Universitaria y Deporte. Universidad de Granada.
- FILMAFFINITY.
- Jesús Angulo, “King Vidor, la apoteosis del individualismo”, en King Vidor, rev. Nosferatu, nº 31, octubre 1999. Juan de Dios Salas, enero 2015.
- Jordi Batlle Caminal, “Armas al hombro” en dossier “I Guerra Mundial, 100 aniversario”, rev. Dirigido, julio-agosto 2014.
- William C.Taylor, Charles Chaplin, Ultramar, 1993.
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Muchas Gracias.
Adrián De La Fuente Lucena.