El próximo 11 de marzo a las 19 horas, se presenta en el Crucero del Hospital Real de Granada la exposición “Espárrago Rock. A contrapelo” que La Madraza, en colaboración con el Ayuntamiento de Huétor Tájar, ha ideado para volver sobre la rica y compleja experiencia cultural que fue el festival internacional Espárrago Rock. La muestra, comisariada por Antonio Collados, Marisa Mancilla y Marina Hervás, plantea un recorrido por la historia y el impacto de uno de los festivales más emblemáticos de España, reivindicando su papel como catalizador cultural, económico y social, así como su capacidad para proyectar a Granada y Andalucía en el panorama internacional, convirtiendo la ciudad en una auténtica capital cultural del rock.

Una historia sobre el Espárrago Rock (Producción de Ínsula Sur)

El Espárrago Rock representa un fenómeno cultural de singular relevancia en la historia de los festivales musicales en España. Surgió en 1989 en Huétor Tájar, un municipio granadino reconocido por su producción de espárrago verde, pero pronto trascendió su origen local para convertirse en un referente nacional e internacional, tanto por su innovadora propuesta musical como por su impacto social y económico. Esta exposición ofrece un recorrido por las primeras diez ediciones del festival (1989-1998), explicitando el contexto en el que surge y su consolidación como referente fundamental en la cultura española. De hecho, el Espárrago Rock inspiró la creación de otros festivales icónicos en España, como el FIB, el Festimad o el Doctor Music Festival. 

El Espárrago Rock se concibió inicialmente como un programa cultural vinculado a la recién creada Feria del Espárrago. En sus primeras ediciones, el festival destacó por su programación ecléctica y combativa, que incluía tanto a bandas consagradas del rock español, como Los Ilegales o Barricada, como propuestas emergentes impulsadas gracias a los concursos maqueteros. 

El traslado del festival a Granada en 1993 marcó un punto de inflexión en su trayectoria. En el recinto de la Feria de Muestras de Armilla, el Espárrago Rock amplió su alcance y diversificó su programación, en la que el rock convivió con propuestas de otros estilos musicales. La presencia de figuras internacionales como Sonic Youth, Iggy Pop o Bad Religion contribuyó a situar al Espárrago Rock en el mapa de los grandes eventos musicales europeos. Por otra parte, la introducción en 1996 de una carpa de música electrónica y chill out –que combinaba DJs con arte visual y escenografía–, el escenario flamenco o la incorporación de propuestas de música popular, consiguió conectar con las tendencias más vanguardistas del momento a la vez que establecer puentes entre identidades culturales diversas.

La música se entendía, en el Espárrago Rock, como herramienta política, pues era explícito el compromiso con colectivos y movimientos críticos. Desde sus primeras ediciones, el festival incorporó lemas en su cartelería en favor del antirracismo, la ecología y la solidaridad, colaborando con redes y asociaciones para potenciar la difusión e impacto de su labor social.

Esta exposición presenta, por primera vez, un extenso trabajo de recuperación de memoria y archivo sobre el Espárrago Rock. Conviven materiales documentales y gráficos, una selección de los ecos en prensa y objetos que atesoran la memoria viva de quienes hicieron posible y vivieron el festival. Lejos de ser una invitación a la nostalgia, se busca que sea el archivo el que tome la palabra para mostrar las dificultades, logros, esfuerzos, anhelos y contradicciones que implica todo proyecto cultural. Los restos del Espárrago se presentan como huellas, guías en un camino que sigue tan abierto como entonces: el que lleva, una y otra vez, a la pregunta sobre el rol social y político de la cultura y su potencial crítico. Ésta, al igual que la propia historia del Espárrago Rock, parece que solo puede pensarse, con todas sus complejidades, a contrapelo.

El Espárrago Rock representa un fenómeno cultural de singular relevancia en la historia de los festivales musicales en España. Surgió en 1989 en Huétor Tájar, un municipio granadino reconocido por su producción de espárrago verde, pero pronto trascendió su origen local para convertirse en un referente nacional e internacional, tanto por su innovadora propuesta musical como por su impacto social y económico. Esta exposición ofrece un recorrido por las primeras diez ediciones del festival (1989-1998), explicitando el contexto en el que surge y su consolidación como referente fundamental en la cultura española. De hecho, el Espárrago Rock inspiró la creación de otros festivales icónicos en España, como el FIB, el Festimad o el Doctor Music Festival. 

El Espárrago Rock se concibió inicialmente como un programa cultural vinculado a la recién creada Feria del Espárrago. En sus primeras ediciones, el festival destacó por su programación ecléctica y combativa, que incluía tanto a bandas consagradas del rock español, como Los Ilegales o Barricada, como propuestas emergentes impulsadas gracias a los concursos maqueteros. 

El traslado del festival a Granada en 1993 marcó un punto de inflexión en su trayectoria. En el recinto de la Feria de Muestras de Armilla, el Espárrago Rock amplió su alcance y diversificó su programación, en la que el rock convivió con propuestas de otros estilos musicales. La presencia de figuras internacionales como Sonic Youth, Iggy Pop o Bad Religion contribuyó a situar al Espárrago Rock en el mapa de los grandes eventos musicales europeos. Por otra parte, la introducción en 1996 de una carpa de música electrónica y chill out –que combinaba DJs con arte visual y escenografía–, el escenario flamenco o la incorporación de propuestas de música popular, consiguió conectar con las tendencias más vanguardistas del momento a la vez que establecer puentes entre identidades culturales diversas.

La música se entendía, en el Espárrago Rock, como herramienta política, pues era explícito el compromiso con colectivos y movimientos críticos. Desde sus primeras ediciones, el festival incorporó lemas en su cartelería en favor del antirracismo, la ecología y la solidaridad, colaborando con redes y asociaciones para potenciar la difusión e impacto de su labor social.

Esta exposición presenta, por primera vez, un extenso trabajo de recuperación de memoria y archivo sobre el Espárrago Rock. Conviven materiales documentales y gráficos, una selección de los ecos en prensa y objetos que atesoran la memoria viva de quienes hicieron posible y vivieron el festival. Lejos de ser una invitación a la nostalgia, se busca que sea el archivo el que tome la palabra para mostrar las dificultades, logros, esfuerzos, anhelos y contradicciones que implica todo proyecto cultural. Los restos del Espárrago se presentan como huellas, guías en un camino que sigue tan abierto como entonces: el que lleva, una y otra vez, a la pregunta sobre el rol social y político de la cultura y su potencial crítico. Ésta, al igual que la propia historia del Espárrago Rock, parece que solo puede pensarse, con todas sus complejidades, a contrapelo.

La Feria Agrícola del Espárrago de Huétor Tájar, conocida como FADESPA, trascendió su carácter comercial para convertirse en un símbolo de desarrollo e identidad local. Desde su creación en 1988, evolucionó de un encuentro comunitario a un evento de referencia en el sector agrícola, promoviendo el espárrago verde con Denominación de Origen Protegida como motor de crecimiento económico, social y cultural.

Surgida en un contexto de transformación rural, la feria fue clave en la transición del espárrago de un cultivo de consumo familiar a un producto estratégico para la economía de la zona. Agricultores y cooperativas lideraron este proceso, impulsando la modernización de técnicas de cultivo, industrialización y comercialización. FADESPA facilitó este avance mediante espacios de formación como las Jornadas Técnicas del Espárrago, que permitieron la investigación e innovación en el sector, ampliando su alcance a mercados internacionales. 

Más allá de su impacto económico, la feria fue un espacio de dinamización cultural y cohesión social. Actividades como concursos y degustaciones gastronómicas, exposiciones y conciertos enriquecieron su programación, reforzando la identidad local y atrayendo visitantes de diversas regiones. Así, este evento dinamizó la economía rural, generó empleo y atrajo inversiones, consolidando a Huétor Tájar como un referente agroindustrial.

En Huétor Tájar se desarrolló una extraordinaria sinergia entre economía y cultura, materializada en dos eventos emblemáticos: la Feria Agrícola del Espárrago (FADESPA) y el festival Espárrago Rock. Ambos han dejado una huella profunda en la identidad y el desarrollo de la comunidad local. Es un ejemplo paradigmático de cómo un municipio puede aprovechar sus recursos naturales y culturales para consolidar un modelo de desarrollo rural innovador.

La idea del Espárrago Rock nació en 1988 en Huétor Tájar como una iniciativa cultural impulsada por Antonio Rodríguez y Francis Cuberos, concejal y técnico de cultura de su Ayuntamiento respectivamente. Surgió en el contexto de la Feria del Espárrago Verde, cuando propusieron incluir un concierto de rock en el programa de fiestas. Esto se alejaba del tipo de programación habitual en las ferias del entorno, que primaban el repertorio folklórico, la canción española o la copla. El primer intento fue modesto: un mini-concierto improvisado con Los Dementes, un grupo del pueblo vecino de Loja. Las tres siguientes ediciones aumentaron significativamente el número de grupos y asistentes. Su éxito no solo amplificó la visibilidad de Huétor Tájar, sino que también generó público y reforzó la identidad local.

La creciente repercusión del Espárrago Rock generó cierta animadversión en algunos agentes políticos y empresariales de Huétor Tájar. Por un lado, se temía que la atención sobre el espárrago como producto rentable y demandado pudiera generar un conflicto de competencia con productores de otras zonas. En segundo lugar, la magnitud y la alta asistencia al festival superaban las capacidades de las infraestructuras y los recursos disponibles por parte del Ayuntamiento de Huétor Tájar, lo que dificultaba la organización del evento con las garantías necesarias y la ambición de expandirlo que mostraban sus organizadores. En el repliegue de la administración pública también parecía estar la falta de comprensión e incluso el desacuerdo por la pacífica “invasión” juvenil que sucedía durante el festival. 

De este modo, 1993 marcaría el fin de la etapa hueteña en la historia del festival con su marcha a Granada donde se celebrarían seis ediciones más hasta su último traslado a Jerez de la Frontera.

En 1989, el proyecto de festival tomó forma con la primera edición del Espárrago Rock, que reunió a Los Ilegales y nuevamente a Los Dementes, congregando a unas 2.000 personas. Con un presupuesto escaso –apoyado por el Ayuntamiento de Huétor Tájar y la Diputación de Granada– el evento se consolidó rápidamente como un referente cultural, especialmente en un contexto donde, en esos años, no existían festivales similares en Andalucía. El festival celebró tres ediciones más en el Huétor Tájar, que fueron aumentando en popularidad, con la participación de bandas de renombre como Barricada, Los Enemigos, Potato, Siniestro Total, Reincidentes, Lagartija Nick, Extremoduro y Rosendo. El público del rock respondió con entusiasmo a la cita anual que proponía el Espárrago trayendo a grupos de referencia en esta escena antes apenas vistos por el sur de España. La última edición, -organizada de manera autónoma por Francis Cuberos y Antonio Rodríguez, asociados empresarialmente y ya ambos sin cargos públicos- arrancó, además, con un gesto que ya se mantendría hasta la décima: la incorporación de un lema que dirigía la atención a algún problema sociopolítico. En ese caso, se hizo referencia a un poema de Eduardo Galeano, “Los Nadies”. Era un posicionamiento crítico con respecto a la polémica celebración del V Centenario de la conquista de América del año 1992.

“La única condición para la contratación de los grupos ha sido que estos mantuvieran actitudes comprometidas o underground”, afirmaba Francis Cuberos, uno de los impulsores del Espárrago Rock, a principios de los 90. Detrás del proyecto cultural del festival, por lo tanto, se puede rastrear una dimensión política en la elección del repertorio de bandas que participaron en cada una de sus ediciones. La apuesta por contratar músicos y grupos con discursos críticos, incluso “radicales” para algunos, acabó por configurar la identidad de un festival que lograría un alcance difícil de anticipar. La “rockmería” del Espárrago hizo que, primero Huétor Tájar y posteriormente Granada se convirtieran, como resaltaban algunos titulares de prensa del momento, en Capital Cultural del Rock. No obstante, poco a poco se fueron sumando otros géneros y estilos, como el punk, la electrónica o el flamenco, con el objetivo de mostrar las últimas tendencias de las músicas populares urbanas, así como su evolución e hibridación. Eso también provocó que el cartel pasara, paulatinamente, de estar centrado en el ámbito local a hacer confluir bandas nacionales con artistas internacionales.

“La única condición para la contratación de los grupos ha sido que estos mantuvieran actitudes comprometidas o underground”, afirmaba Francis Cuberos, uno de los impulsores del Espárrago Rock, a principios de los 90. Detrás del proyecto cultural del festival, por lo tanto, se puede rastrear una dimensión política en la elección del repertorio de bandas que participaron en cada una de sus ediciones. La apuesta por contratar músicos y grupos con discursos críticos, incluso “radicales” para algunos, acabó por configurar la identidad de un festival que lograría un alcance difícil de anticipar. La “rockmería” del Espárrago hizo que, primero Huétor Tájar y posteriormente Granada se convirtieran, como resaltaban algunos titulares de prensa del momento, en Capital Cultural del Rock. No obstante, poco a poco se fueron sumando otros géneros y estilos, como el punk, la electrónica o el flamenco, con el objetivo de mostrar las últimas tendencias de las músicas populares urbanas, así como su evolución e hibridación. Eso también provocó que el cartel pasara, paulatinamente, de estar centrado en el ámbito local a hacer confluir bandas nacionales con artistas internacionales.

La relevancia e impacto del Espárrago Rock se puede medir por la continua presencia que tuvo en la prensa generalista, independiente y especializada de la época. Son muchas las revistas musicales y suplementos culturales que dedicaron abundantes páginas al festival como MondoSonoro, Rockdelux, El Tubo, Zarabanda o ABC Cultural. Asimismo, el ámbito fanzinero también brindó su apoyo al evento, destacándose en las ediciones finales la participación de más de 300 personas acreditadas como representantes de medios de comunicación, muchas de las cuales eran editores o colaboradores de fanzines. En estos medios, los artículos, críticas y reseñas se acompañaron con viñetas y tiras cómicas que aparecieron en las páginas de opinión o como insertos elaborados por dibujantes de prestigio como Carlos Azagra y Encarna Revuelta, Rubén Garrido, Mauro Entrialgo, Víctor Capdevila, El Bute, Mesamadero o Andrés y Guillermo Soria, en periódicos como el Ideal de Granada o revistas satíricas como Makoki o El Jueves. 
Por otra parte, el interés de la organización del Espárrago por el mundo del humor gráfico, el cómic y la ilustración se demuestra en la confianza depositada en dibujantes y diseñadores para generar la identidad gráfica de cada una de las ediciones. Los libretos o programas del festival se llenaron también de viñetas cómicas y críticas, y las actividades paralelas presentaron exposiciones y conferencias con autores del cómic underground.

En las distintas ediciones celebradas en Granada el festival se abrió a colectivos y asociaciones que promovían un espíritu contracultural. El mercadillo alternativo se convirtió en un espacio relevante dentro del festival ayudando a difundir la labor de organizaciones sociales con pocos espacios y medios en los que presentar su líneas de acción. Por otra parte, el Espárrago trascendió el evento meramente musical para impulsar actividades en otros muchos campos culturales. Las exposiciones de arte en el Palacio de los Condes de Gabia, Planta Baja y otros espacios alternativos de Granada, desarrolladas mediante la alianza con BNV Producciones o con la asociación cultural Carta de Ajuste, presentaron dentro de la programación paralela del festival programas de vídeo y obras de artistas tan relevantes como Nan Goldin o Dan Graham. También se editaron fanzines que complementaban los propios programas publicados por el festival donde se sumaban colaboraciones de ensayistas, periodistas y dibujantes.  

Las pujantes escenas de la música electrónica, también del flamenco, abrieron el festival a otras músicas y esferas culturales. Enrique Novi, Raúl Comba, la Sala Industrial Copera o el Colectivo Cara B, entre otras muchas colaboraciones, ayudaron con sus programaciones a amplificar el impacto del Espárrago entre públicos muy diversos.

La Universidad de Granada fue, desde la llegada del festival a Granada, una colaboradora principal. Las diversas muestras de cine de temática musical  –“Rock por un tubo”–, incluidas dentro de la programación del Cineclub Universitario, o las distintas Jornadas Musicales con conferencias y mesas redondas que abordaron problemáticas tangenciales al festival, hicieron que las culturas urbanas entraran en el ámbito académico. El Espárrago Rock, así, salía del recinto de la Feria de Muestras de Armilla para expandirse y proyectarse en toda la ciudad.

CRÉDITOS

Fotografías de Nacho García González de la exposición “Espárrago Rock. A Contrapelo”.

Esta producción está vinculada al proyecto expositivo y editorial “Espárrago Rock. A Contrapelo”, impulsado y producido por La Madraza. Centro de Cultural Contemporánea de la Universidad de Granada. 

Dirección del proyecto y comisariado:
Marisa Mancilla, Marina Hervás y Antonio Collados
Asesoría de comisariado: Antonio Rodríguez Vázquez

Producido por: Ínsula Sur
Realización y montaje: Javier Morales Prados
Ayudante de cámara: Victoria García-Madrid
Técnico de sonido: Martín Romero
Técnico de iluminación: Antonio Domínguez
Ayudante de producción: Juan Antonio Arenas
Créditos: Abel Fernández López

© Imágenes de archivo cedidas por:
Francis Cuberos, Gracia Gámez, Juan Enrique Gómez, Javier González Viry,
Antonio Rodríguez, Kiki Vargas, Material de archivo Munster Tourin. 

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