Fecha y Hora: Martes 26. 21:00 h. Lugar: Aula Magna de la Facultad de Ciencias.
Ciclo Maestros del Cine Contemporáneo (IV): MICHAEL HANEKE. Centro de Cultura Contemporánea – Cine Club Universitario. Universidad de Granada.
“En el plató, cuando ruedo, me coloco lo más cerca que puedo de los actores. Siempre tengo puestos los auriculares y escucho atentamente los diálogos. Creo que mi mejor herramienta es mi oído. Recuerdo una experiencia en el teatro hace muchos años, en donde hubo una discusión con un actor y éste decía que no le estaba mirando mientras hacía la escena, a lo que le respondía que a veces ayudaba no mirar, porque si en vez de mirar la escena cierras tus ojos y escuchas puedes darte cuenta mucho más fácilmente de si las emociones están funcionando como corresponde. Al escuchar, uno obtiene una sensación mucho más detallada de cómo están saliendo las cosas que si te pones a observarlo todo al mismo tiempo. Sé que, para una persona que confía prioritariamente en su capacidad visual, esto que estoy diciendo puede resultar un disparate pero para mí son más importantes mis oídos que mis ojos. En ese sentido, siempre he pensado que la música es el arte que está más cerca de la realización cinematográfica porque todo pasa por el ritmo. Sé que mucha gente cree que el arte más cercano al cine es el teatro, pero después de haber experimentado de cerca los dos, puedo dar fe de que no es así.”
“Mi siguiente proyecto[habla tras el estreno de La cinta blanca] es hacer una película francesa sobre la gente de edad muy avanzada. Me interesa mostrar la humillación que deben experimentar cuando el cuerpo ya no les responde o se va deteriorando rápidamente.”
Año de estreno:2012. País: Francia-Austria-Alemania.
Duración: 127 min. Género: Drama.
Título Orig.- Amour.
Director y Guión.- Michael Haneke.
Fotografía.- Darius Khondji (C).
Montaje.- Monika Willi & Nadine Muse.
Productor.- Margaret Ménégoz.
Producción.- Les Films du Losange – Wega Films – X Filme Creative Pool.
Intérpretes.- Jean-Louis Trintignant (Georges), Emmanuelle Riva (Anne), Isabelle Huppert (Eva), Alexandre Tharaud (Alexandre), William Shimell (Geoff), Rita Blanco (la portera), Ramón Aguirre (el marido de la portera), Carole Franck y Dinara Drukarova (las enfermeras), Suzanne Schmidt (la vecina).
“El planteamiento de Haneke no es vacuo. Ya en sus primeras proyecciones AMOR sufrió diferentes formas de rechazo; una de ellas giraba alrededor de la presencia de dos ancianos y del tema de la vejez y la enfermedad como bases de la película. No es un tema que resulte agradable. Además, en teoría, otras obras de Haneke permiten una mayor digresión crítica y teórica que AMOR, una película cerrada sobre sí misma que anula prácticamente todo intento de referencialidad (ni Saraband-ídem, 2003, Ingmar Bergman-, que se presenta como posible referente desde cierto punto de vista acaba sirviendo del todo), a no ser la propia obra de Haneke dentro de ese contexto de totalidad al que nos referíamos más arriba. Sí, AMOR puede llegar a producir rechazo. Y en este rechazo encontramos gran parte de lo que Haneke busca con su propuesta, evidenciar que entre gran parte de la sociedad europea (y cuanto más burguesa, todavía más) la vejez se ha convertido en una suerte de tabú del que nadie quiere hablar. El filósofo Norbert Elias ya presintió esta situación a comienzos de la década de 1980 y la plasmó en su esencial y magnifico “La soledad de los moribundos”, intento de comprender antes que de exponer cómo la sociedad capitalista en Occidente, y a diferencia de organizaciones sociales anteriores, se ha encontrado con un auténtico problema a la hora de enfrentarse a la enfermedad y a los enfermos y a la muerte y a los moribundos, basándose en la vejez como una etapa de complicada accesibilidad para quienes no consideran todavía que, algún día, ocuparán ese lugar. Haneke mantiene no pocas líneas de unión con los planteamientos de Elias, pero su interés no es tanto llegar a comprender como el de mostrar. Exceptuando casos como La cinta blanca, en la que todo se hacía demasiado evidente, el cineasta austriaco siempre busca el mantenerse alejado del tema y del objeto que trata sin entrar (otra cosa es que lo consiga siempre) en manifestarse alrededor de ambos.
Para ello, como suele ser normal, Haneke toma un ambiente burgués, según el propio cineasta por dos razones: porque es el que conoce y, por tanto, sobre el que puede hablar; y, en segundo lugar, porque mostrando ese contexto consigue evitar el caer en una mirada miserable, logrando empatizar con todo tipo de espectadores al mostrar cómo incluso quienes tienen una vida económicamente solvente no pueden escapar a la enfermedad y a la muerte (lo cual es cierto, evidentemente, pero Haneke se olvida de que para pasar una y para afrontar la otra, hoy por hoy, el dinero sigue siendo el mejor aliado). A partir de este contexto y localizado el espacio del hogar como decorado de la narración, Haneke construye una puesta en escena basada en un formalismo extremo y magníficamente construido, con pocos movimientos de cámara y largas secuencias en las que el tiempo se suspende a pesar, paradójicamente, o no, de que la vida de los ancianos va consumiéndose de manera irremediable, mostrando cómo la enfermedad es rápida aunque morirse es sumamente lento, algo que el cine normalmente ha olvidado o soslayado convenientemente. Para ello Haneke opta por un ritmo en cierto modo contemplativo y moroso pero totalmente necesario para lograr que el espectador se introduzca en la rutina de los ancianos.
Esta parsimonia narrativa va produciendo en el espectador desasosiego. Quizá porque va creando una atmósfera de violencia e ira contenida que acaba derivando en una secuencia de consciente y deliberada dureza. No es de extrañar que en un momento determinado de AMOR la narración se detenga y se suceda una serie de pinturas de paisajes que ocupan toda la pantalla y que se alzan como una suerte de descanso para el espectador; un momento de relajación tanto por lo visto hasta ese momento como por lo que está a punto de suceder. Aunque sea a través de medios cinematográficos, Haneke crea un ritmo o una secuenciación de reminiscencias musicales antes que literarias o, incluso, cinematográficas. No es casualidad que Anne haya sido profesora de música y que esta, sobre todo a través de las composiciones para piano de Schubert, esté en todo momento presente en la narración. Mediante esa musicalidad, AMOR va envolviendo al espectador en una narración asfixiante en la que la emoción surge de modo contenido. Digamos que AMOR se posiciona en el lado opuesto del melodrama lacrimógeno más evidente a pesar de que, en apariencia, tome su fondo. Incluso cuando la hija Eva(Isabelle Huppert) acude a ver a sus padres y se producen las escenas más emotivas, Haneke niega todo atisbo de emoción. Eva aparece no solo como la hija de la pareja sino también como un elemento externo que acude al hogar de los padres para desaparecer tan rápido como ha aparecido, tan cercana como ajena al dolor.
Un dolor que Haneke basa más en quien no está enfermo, Georges, el marido, que en Anne, la enferma y moribunda, y quien asume su destino con una frialdad impactante. Gracias a un Trintignant que entrega una interpretación para el recuerdo, trabajando, como no suele normal en el cine actual, la mirada y la gestualidad (su forma de andar resulta portentosa para entender la situación, por ejemplo), de tal manera que no es necesario apenas que se exprese para saber qué piensa, qué siente, qué sucede a su alrededor. Ver a Trintignant fumando en una ventana, intentando coger una paloma o escuchando música y recordando a su mujer cuando todavía estaba sana, resulta revelador para comprender la soledad del anciano, pero también su amor hacia Anney su ira por la situación. Haneke sitúa a Georgesen ese límite en el que el amor debe manifestarse por encima de cualquier cosa, llevándolo a una acción extrema que, como suele ser normal en Haneke, no dejará indiferente a nadie. No hay comentario moral ni una salida fácil para el espectador. AMOR nos posiciona en un lugar incómodo, como suele ser normal en el cine de Haneke. Ante una pareja a quien la enfermedad ha golpeado, siguiendo su proceso, sus decisiones, en ese espacio del hogar que, de repente, se convierte en una suerte de mausoleo.
Y al final, como Eva, nos quedamos solos tras haber asistido a una representación dura y violenta, sin concesiones, tras la cual la incertidumbre se cierne sobre nosotros y sobre un continente que envejece y que, como Eva, una vez más, no solo no sabe qué hacer o cómo comportarse, sino que ha quedado enmarcada en un vacío acomodaticio ante una realidad que no supo o no quiso prever. Aunque con AMOR Haneke parecía alejarse de sus preocupaciones sociales al abrazar una narración más íntima, lo que ha hecho es adelantarse para hablar de un tema que en poco tiempo será esencial en una Europa en la que los ancianos se encontrarán cada vez más fuera de lugar y ante los que no se sabrá qué hacer o qué poder hacer. Haneke lo ha percibido y ha entregado una película excelente y necesaria que, desde su comienzo, busca provocar cierto o total rechazo, sobre todo por quienes reniegan de AMOR sin darse cuenta de que, en realidad, está hablando de ellos mientras se ocupan en digresiones vacías que no llevan a ninguna parte”.
Fuentes: