Entrevista a Raquel Verdugo Rodríguez, responsable de la obra La casa seca

Premios Alonso Cano

Raquel Verdugo Rodríguez, ha sido galardonada con el Premio a la Creación «Federico García Lorca» de la Universidad de Granada en la modalidad de Poesía con su obra La casa seca. En primer lugar, antes de pasar a preguntarte, enhorabuena por el premio.

¿Podrías presentarnos tu trabajo? ¿Qué te hizo elegir este trabajo para presentarlo a la convocatoria de premios? ¿Qué destacarías del mismo?

 La casa seca es la historia de una genealogía familiar. Todo empezó cuando regresé a Andalucía después de haber vivido varios años en Madrid. Mis padres se habían mudado a una pequeña casa en el campo. Entre ellos, mi hermana y yo tuvimos que reconstruir la vivienda, limpiarla, hacerla nuestra. Era verano y trabajábamos por la noche para que el calor no nos asfixiara. El canto de la chicharra era insoportable algunos días. En esa casa, que antes perteneció a otras personas que no conocimos, encontramos todo tipo de pertenencias, objetos, reliquias. Sin proponérmelo comencé a imaginar a los inquilinos que nos precedieron y a los anteriores a estos habitando los mismos pasillos y estancias. Mientras limpiaba los cuartos o me topaba con algún botón olvidado pensaba en la historia de sus costumbres, de sus cuerpos, de sus relaciones íntimas y en cómo esa casa, en la que a partir de entonces íbamos a vivir nosotros, nos ataba de alguna manera a esos desconocidos con los que compartiríamos espacio de forma simbólica. Unifiqué nuestra historia para buscar en ella mis raíces y aquello en lo que nos convertiría ese nuevo lugar.

Lo elegí como quien le busca un hogar a su poemario. Puede que me decantara por este certamen porque hace un año estuve en Granada y sentí que en vuestra tierra la poesía era algo natural, una flor autóctona. También porque he conocido autores que a partir de este premio han despegado en su carrera literaria y yo guardo la esperanza de que me suceda lo mismo.

De La casa seca destacaría un yo poético que no solo habla de sí mismo, sino que fabula y comparte su sensibilidad a través de otros tiempos y otros seres.

 ¿Qué referencias tienes que influyan en tu trabajo? ¿Qué conexiones crees que tienes con otros autores de tu generación?

Mis referencias poéticas son muy abiertas. Creo que la poesía es omnívora. Se nutre del cielo, del paladar que es esa bóveda que nos envuelve, se alimenta de una frase que escuchamos en la infancia, de los charcos, las cosquillas en la panza, los cachorros abandonados, por supuesto de más poesía, de los poemas de Ida Vitale, de Eunice Odio, de Gilberto Owen, de Luis Cernuda y también de otros lenguajes como la música, el cine, o la fotografía, artes capaces de inventar imágenes que metamorfosean hasta acabar convertidas en palabras.

No sé cuáles son las conexiones que me unen a otros autores de mi generación. Quizá haya un hilo que atraviesa los poemas de este tiempo que es la desintegración familiar, la búsqueda de la identidad propia a partir de que todas las convenciones familiares se hayan roto y de que estamos padeciendo una juventud extremadamente individualista y precaria. Destacaría a algunos autores actuales que me gustan especialmente como el poeta mexicano Javier Peñalosa M., Berta García Faet, Ismael Ramos o Caterina Scicchitano.

La historia de estos premios muestra la importancia que adquieren en la proyección de la trayectoria profesional de los premiados. ¿Qué valoración haces de las políticas y proyectos de apoyo a la creación artística de la Universidad de Granada? ¿Alguna sugerencia?

Creo que este tipo de propuestas son las que alientan a los jóvenes a mantener encendida su pasión por la literatura y el arte en épocas donde lo primordial es la productividad y el mercantilismo. También son una manera de posibilitar que todas las voces puedan ser escuchadas, algo complicado en el mundo literario donde frecuentemente se necesitan contactos para lograr un sitio. Eso siempre es de agradecer.