El cochecito (1960)

Área de Cine y Audiovisual / Cineclub Universitario UGR / Aula de Cine "Eugenio Martín"

Película enmarcada en el ciclo dedicado a LA COMEDIA CLÁSICA ESPAÑOLA, segunda entrega de nuestra sección (RE)DESCUBRIR EL CINE ESPAÑOL, realizado en FEBRERO 2015.

   “Se dice que el humor es de derechas. Es algo que vengo oyendo durante toda mi vida, pero con lo que no acabo de estar de acuerdo. Habrá humoristas que como ciudadanos sean de derechas y otros que sean de izquierdas, pero el humor, hasta el más cándido, siempre es corrosivo. Se han dado cincuenta mil definiciones del humor; personalmente, me quedo con la que dice que es una manera de ver el mundo. Por otra parte, rechazo que yo haga irrisión de los pobres. Para empezar, todos somos más o menos pobres, más o menos paralíticos y más o menos estúpidos, porque incluso Bill Gates quiere tener más dinero, Fermín Cacho bajar sus marcas y Einstein, en su día, quiso dejar claro, de una vez y para siempre, el lío ése del Cosmos: hay que ser definitivamente imbécil para creer que uno es perfecto. Dicho esto, jamás me he reído de los desgraciados -en todo caso, me he reído con ellos, como un colega- y en la medida en que puedo ser tierno -algo que está por ver- sus desgracias me han enternecido. De quienes en mis guiones se hace irrisión es de aquello y de aquellos que condenan a esa pobre gente a ser como es y a hacer lo que hace. A primera vista parece que el hombre, ante los problemas que le plantea la vida, puede optar por el ‘sí’ o por el ‘no’. Pero debe de ser falso, porque demasiado a menudo se ve obligado por las circunstancias a decir ‘sí’, y entonces el hombre se jode (…). Cuando a la realidad se le da una vuelta de tuerca, aparece el humor”.

Rafael Azcona

   «Pocas veces se da una sintonía tan perfecta entre un escritor y un director de cine, una manera tan magistral de entender la realidad a mostrar y los hombres que la pueblan.»

   «Aquí, como en El pisito, Azcona y Ferreri logran rendir homenaje al esperpento de Valle-Inclán. Azcona y Ferreri aplican su penetrante mirada a un microcosmos social donde alternan la mezquindad y la alegría de vivir, la tristeza de un Madrid grisáceo donde se desarrolla con fuerza este relato cruel y pequeños momentos de ternura que muestran destellos de una humanidad que se resiste a desaparecer frente a una sociedad que iniciaba su deshumanización en pos de lo que eufemísticamente se llama una mejora de la calidad de vida.

Juan Cobos

   «[…] EL COCHECITO despliega […] una metáfora bastante inquietante de la sociedad española que asiste, en aquellos momentos, a la eclosión del desarrollismo (y, por ende, al despegue de la motorización individual), una disección poco tranquilizadora de la insolidaridad que impregna las relaciones humanas y, por si fuera poco, una reflexión crítica nada complaciente sobre la mezquindad que fundamenta una estructura social depredadora.»

Carlos F. Heredero

 

Un relato de humor negro y con fuerte presencia del esperpento español

   Basada en el libro “Paralítico”, EL COCHECITO parte de la frustración de un anciano, don Anselmo, interpretado por  José Isbert, que se siente marginado de las actividades de sus amigos al no poder disponer del cochecito de inválidos con el que ellos asisten a los partidos de fútbol u organizan excursiones.

   Su particular odisea para conseguir el mencionado vehículo, convierte EL COCHECITO en una muestra implacable  del egoísmo y la insolidaridad de un núcleo familiar por parte de sus guionistas, Rafael Azcona y Marco Ferreri, que relatan la historia de un viejecito que, empeñado en comprarse un coche de paralítico para poder acompañar sus amigos impedidos y motorizados, llegará a mentir, robar e incluso asesinar a su propia familia para conseguirlo. Una figura que, en opinión de Carlos F. Heredero, sale directamente de la galería de “monstruosidades morales” (casi siempre ligadas a las taras físicas) que tanto abundan en el peculiar universo poético de Azcona y que, bajo su perspectiva, aparecen indistinta y simultáneamente como víctimas y como verdugos.

   Azcona y Ferreri llevan a cabo una radiografía demoledora de la célula familiar al presentarla como un grupo concentracionario, obligado a coexistir y al que sólo unen lazos alimenticios y/o económicos. La puesta en escena, a estos efectos, carga de significación las relaciones entre el personaje y su entorno (esos planos largos, casi secuenciales) al mismo tiempo que va densificando y dramatizando los itinerarios de don Anselmo (tanto dentro como fuera de la casa) hasta hacerlos expresivos de su desplazamiento, de su marginalidad y postergación, del terrible vacío emocional en el que habita y del que aspira a escaparse.

   Opiniones similares a las expresadas por Juan Cobos, cuándo describe EL COCHECITO como un relato bañado de humor negro y con fuerte presencia del esperpento español que, en su apariencia costumbrista, retrata la situación de los viejos en la sociedad actual. Los temas que se tratan en la película son la soledad, el egoísmo y la hipocresía de la familia burguesa tradicional más preocupada por las apariencias que por la felicidad de sus componentes. Tema este, marca de fábrica de Azcona y Ferreri. Cada vez que don Anselmo grita solicitando su cochecito para combatir la soledad en que vive y que se acentúa con la invalidez de su mejor amigo, todos corren a cerrar las ventanas de la casa. Lo que importa es que no haya escándalo, que los vecinos no murmuren.

   Frente a la frialdad absoluta de su hogar, donde es ignorado y carece de intimidad, don Anselmo encuentra en los paralíticos y en sus cochecitos una hermandad, un sentido de la amistad, un amor por la vida, una alegría de que carecen los que se consideran sanos. De ahí su deseo de tener uno de esos coches, para poder acceder a ese otro mundo y abandonar el suyo, integrándose así en lo que otros llamarían el ámbito de los marginados. Juan Cobos ha visto aquí una metáfora ácida de ese boom que se empezaba a vivir en plena etapa de un lisiado desarrollismo. Cuando el anciano cifra su felicidad en ese coche de inválido está reflejando también el momento en que los españoles dan su paz y su tranquilidad por cualquier modesto vehículo utilitario. En el desenfreno disparatado del nacimiento de la sociedad de consumo, los físicamente marginados -tullidos, pensionistas- pueden disparar su fantasía. Si otros quieren su pequeño Seat 600 para escapar a la costa o a la sierra, ellos quieren alcanzar las fronteras de la ciudad donde el afán devorador de los constructores pronto acabará con los escasos espacios libres.

   Curiosidades

   La censura obligaría a dulcificar el desenlace pensado inicialmente en EL COCHECITO. En el original, y después de haber echado el veneno en el puchero de la comida, don Anselmo regresaba a su casa y veía cómo estaban metiendo los cadáveres en una ambulancia. El asesinato se había consumado y la detención posterior estaba justificada. En el final impuesto el protagonista se arrepiente de haber intentado envenenar a su familia y llama por teléfono para avisarlos antes de ser detenido por una pareja de la guardia civil: una imagen epilogal que, pese a todo, según Carlos F. Heredero, está cargada de un sentido simbólico, casi irrisorio, sobre la estupidez de los fundamentos represivos.

   Pese a los obstáculos de la Administración vigente, por la virulencia y la carga de profundidad que la película oculta debajo de su formulación tragicómica y divertida, de la apariencia bondadosa y desvalida de un personaje tan inolvidable como don Anselmo, EL COCHECITO recibirá el premio de la FIPRESCI en el festival de Venecia a pesar de haber sido presentada fuera de la sección oficial, aunque la calificación de 1ª-B consigue retrasar el estreno comercial hasta abril de 1961.

   Además del Gran Premio de la Crítica en la Mostra de Venecia de 1960 y el Gran Premio “Humor Negro” en París, en 1961, EL COCHECITO fue exhibida en numerosos festivales (Punta del Este, Londres, Melbourne, Nueva York…), algo bastante inusual entonces. Sin embargo, no todas las críticas fueron favorables. Aparte de las lógicas reticencias de la crítica oficial, llama más la atención un artículo de Santiago San Miguel y Victor Erice, en el que critican la huida del realismo social en EL COCHECITO: “No se acepta la presentación directa de la realidad. Es necesario hacerla trágica, deformándola, para que parezca insólita; y esto, a fuerza de repetirse vuelve a hacerse popular, a cobrar su verdadera dimensión: la de la realidad cotidiana. El monstruo es aceptado por la sociedad; porque si ella puede sentirse responsable ante un hombre desdichado, no le ocurre lo mismo con los monstruos. De éstos sólo es responsable la naturaleza (…). Esta deformación de la realidad, a medio camino entre lo grotesco y lo trágico, este descubrir el absurdo para reencontrar lo cotidiano puede llegar a convertirse en puro método, en fórmula vacía.” Según Jesús Angulo nos encontramos con la misma miopía que sufrió UNINCI cuando rechazó, por parecidos motivos, la producción de El pisito, proveniente, además, de los mismos planteamientos ideológicos, una izquierda incapaz de sacudirse su pesada carga dogmática.

   Fuente: Cuaderno del ciclo dedicado a LA COMEDIA CLÁSICA ESPAÑOLA, segunda entrega de nuestra sección (RE)DESCUBRIR EL CINE ESPAÑOL, realizado en FEBRERO 2015.