LUCES DE LA CIUDAD

Área de Cine y Audiovisual / Cátedra Manuel de Falla

city_lights-411568443-large   “Que las películas mudas o no dialogadas hayan sido realmente dejadas de lado en el histerismo inducido por la introducción de la palabra sonora, no indica que el cine mudo se haya ya extinguido y que no deba resucitar algún día. LUCES DE LA CIUDAD es la mejor prueba de esto. Se presentó en Nueva York en el teatro George M. Cohan, el 6 de febrero, como película no sonora pero sí sincronizada.
   ¿Por que continúo haciendo películas mudas? En primer lugar, porque el gesto es un medio de expresión universal. Las películas habladas tienen necesariamente un campo limitado, puesto que solamente las entenderán quienes hablen un lenguaje particular. Confío que en el futuro se producirá un renovado interés por el cine silencioso por haber una demanda constante por tal medio de expresión. Es algo axiomático que el verdadero drama ha de ser universal en su atractivo, por lo que creo que su forma de presentación también ha de ser universal y no restringido. Entiéndanme, considero al cine hablado como un añadido muy valioso al arte dramático, aparte de sus limitaciones, pero sólo lo considero un añadido, no una sustitución. Ciertamente, nunca podrá ser una sustitución del cine que se presentó como una forma avanzada del arte de la pantomima, y al fin y al cabo la pantomima ha sido siempre el medio de comunicación universal. Existía ya mucho antes de que naciera el lenguaje hablado. La pantomima sirve cuando los lenguajes están en el conflicto de una común ignorancia. Los pueblos primitivos utilizaron el lenguaje de los signos antes de poder expresarse mediante sonidos inteligibles.
luces_de_ciudad    […] Indudablemente, la pantomima es muy anterior a los siglos de la cultura griega, llegando a su más alto grado expresivo en Roma, y fue un factor definitivo en los Misterios medievales. El antiguo Egipto usó también la pantomima, y tuvo su sitio en los ritos druídicos, así como en las danzas guerreras de los aborígenes de todas las tierras vírgenes. La pantomima yace en la base de todo drama. Es la nota clave de la forma silente de la fotografía. En la forma vocal siempre será esencial, porque el drama no visual deja demasiado campo abierto a la imaginación. En general, se entiende mejor la acción que la palabra. Una ceja levantada, por débil que sea el fruncimiento, puede explicar más que cien palabras. Como el simbolismo chino, puede significar diversas cosas, según su connotación escénica.
   Ahora los niños no asisten al cine en tan gran número como antes porque no pueden captar ni entender los diálogos con la misma facilidad que antes captaban y entendían los gestos más ampulosos del cine mudo. En LUCES DE LA CIUDAD, en cambio, no hay nada que un niño no pueda entender fácilmente.
   Mi personaje continua sin hablar, pero LUCES DE LA CIUDAD es ya una película sincronizada y algunos efectos sonoros forman parte de la farsa, pero es una cinta sin diálogos porque he preferido que así fuese por las razones que he expuesto”.
Charles Chaplin

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En la primera escena de esta “pantomima muda”, tal como señala el cartel inicial, realizada en plena eclosión del sonoro, el vagabundo encarnado por Charles Chaplin aparece dormido en los brazos de una gigantesca estatua para cuya inauguración se han congregado todos los notables de la ciudad. En la segunda, en cambio, está a punto de desaparecer en el subsuelo urbano por culpa de una trampilla que se abre detrás de él. Se trata de dos gags dotados de una notable autonomía, en apariencia simples introducciones cómicas al grueso de la trama, pero que también constituyen su más sintético resumen. Entre el cielo y el infierno, lo más alto y lo más bajo, el itinerario de Chaplin en LUCES DE LA CIUDAD recorre mansiones y casuchas, los barrios residenciales y los más pobres suburbios, en lo que se muestra como una especie de descenso a los infiernos del capitalismo.

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En medio, la película despliega las más habituales armas narrativas de su autor. Artista eminentemente popular, cuyos recursos provienen tanto del folletín como del music-hall, algo así como Charles Dickens pasado por la escuela circense y el teatro de bulevar, Chaplin, por lo menos hasta El gran dictador, se mueve siempre entre dos extremos: La comicidad derivada del slapstick y ciertos efectos melodramáticos propios de la literatura de consumo. En LUCES DE LA CIUDAD, sin embargo, esa combinación toma poco a poco un nuevo rumbo que se confirma definitivamente en la reveladora escena final. El vagabundo se debate entre dos ambientes u opciones vitales. Conoce a un millonario que sólo le profesa su amistad cuando se emborracha, mientras el resto del tiempo ni siquiera lo reconoce, todo lo cual supone para él la tentación eternamente frustrada de la vida fácil y la irresponsabilidad. Pero también conoce a una florista ciega, de la que por supuesto se enamora, que lo toma por un hombre rico y que le provoca sentimientos muy distintos: La solidaridad, la decencia, la humildad. Al primero pertenecen los sketches más desternillantes de la película, entre ellos la memorable escena del restaurante.

Charles Chaplin

Y a la segunda dedica los momentos más sentimentales, clausurados por este melodramático e imborrable “tour de force”. Un rótulo: “Otoño”. Es decir, han pasado los meses. La florista ciega ha recuperado la vista gracias a una operación sufragada por el vagabundo, o mejor dicho, gracias a la amistad del vagabundo con el millonario, y mira a la calle por el cristal del escaparate de su tienda. A su vez, el vagabundo, hasta entonces en la cárcel por culpa de un malentendido, sale en libertad y se muestra de nuevo a los ojos del espectador. Así pues, este planteamiento anuncia ya la densidad del juego posterior entre lo visto y lo no visto, lo que no se vio antes y se verá ahora, lo que se quiere ver y lo que no se puede ver. El plano vacío de una esquina, en plena calle, deja paso a la figura del mendigo, que reaparece de la nada, como una sombra miserable, con el traje sucio y raído. Eso es lo que el espectador no desea ver, una de las imágenes más despiadadas que Chaplin haya ofrecido nunca de sí mismo, pero, paradójicamente, es lo que la florista quiere ver y no puede, por ahora. A cambio, Chaplin-director le ofrece un galán relamido que entra en la floristería y a quien ella, en un primer momento, confunde con su benefactor. Pero no: No es a él a quien debe (re)conocer. Sea como fuere, para ella el escaparate es también como una gran pantalla, o quizá como una cámara. Ella, que nunca ha visto nada, y mucho menos una película, no sabe quién es el vagabundo, no sabe quién es Chaplin, a quien el público, por el contrario, conoce a la perfección. Por lo tanto, su primera visión de él, perseguido por unos niños que lo convierten en objeto de burla durante unos momentos, es la de un espectador virginal que viera por primera vez una de sus películas: Lo contempla en una situación que para ella es jocosa, pero no para el público que está viendo su reacción. Ella, pues, rie detrás del cristal, detrás de la cámara, mientras el espectador sufre ante la pantalla. El goce de ver, para la muchacha, es ahora superior a los sufrimientos que conlleva el saber consiguiente. Por eso puede decirse que aún no puede ver de verdad. Y existe otro juego sustancioso en ese cruce de miradas, pues Chaplin también ve a la muchacha desde el exterior. La suya, en cambio, es la mirada del director convertido en pobre actor de su propia tragedia: La de quien hasta ese momento ha controlado la función, ha puesto en escena todas las situaciones, y ahora se halla expuesto, indefenso, a la mirada de los demás. Lo que importa, entonces, es el encuentro entre esas dos miradas divergentes. Cuando las manos se tocan,  la cámara asciende con lentitud, siguiendo la mano de ella, hacia la cara del vagabundo, y en ese momento la muchacha reconoce a la vez al director y al actor, al benefactor y al enamorado: Es él, el que la ha puesto en escena, el que la ha permitido ver. En realidad, llegados a este punto, todos estamos ya capacitados para ello. Pero quizá aún no para distinguir, en el último plano de la película, si Chaplin está riendo o llorando.

Luces_de_la_ciudad-123107741-large   Ficha Técnica:
  • Año.- 1931.
  • Duración.- 87 minutos.
  • País.- EE.UU.
  • Género.- Comedia. Romance.
  • Título Original.- City lights.
  • Director.- Charles Chaplin.
  • Guión.- Charles Chaplin.
  • Fotografía.- Roland Totheroh (B/N).
  • Montaje.- Charles Chaplin.
  • Música.- Charles Chaplin.
  • Productor.- Charles Chaplin.
  • Producción.- United Artists.
  • Intérpretes.- Charles Chaplin (el vagabundo), Virginia Cherrill (la florista), Florence Lee (la abuela), Harry Myers (el millonario), Hank Mann (el boxeador), Eddie Baker (el árbitro), Allan García (el mayordomo), Henry Bergman (el portero).
   Apuntes y Curiosidades:
  • Los orígenes inmediatos de LUCES DE LA CIUDAD comienzan en 1928 aunque, probablemente, se remontan a muchos años antes. El proyecto partió en esta fecha de la historia de un payaso que pierde la vista como consecuencia de un accidente sufrido en el circo. De regreso del hospital, el médico le recomienda que oculte la ceguera a su hijita, de carácter enfermizo y nervioso, hasta que ésta sea capaz de superar el trauma. Por este motivo, los tropezones y trompazos que sufre el padre son jocosamente interpretados por la hija, inconsciente del verdadero problema. Recién terminado El circo (The circus, 1927), para evitar reiteraciones, Chaplin derivó el personaje de la niña hacia una joven florista ciega que confunde a su benefactor vagabundo con un millonario e incorporó, como trama secundaria, una idea que, según explica él mismo en sus memorias, ya había estado acariciando desde hacía algunos años: “Dos miembros de un club de ricos, discutiendo la inestabilidad de la conciencia humana, deciden hacer un experimento con un vagabundo que encuentran dormido en el malecón. Le llevan a su regio apartamento y le prodigan el vino, las mujeres y las canciones, y cuando se desploma, borracho, y se queda dormido, lo vuelven a llevar donde lo encontraron. Y él se despierta pensando que todo ha sido un sueño”.
  • Chaplin-y-EinsteinUna vez terminado su laborioso rodaje, LUCES DE LA CIUDAD tuvo que enfrentarse al ambiente inhóspito que el sonoro había creado contra el cine mudo. La primera proyección de prueba en Los Ángeles fue un rotundo fracaso, pero el estreno oficial en esta ciudad resultó apoteósico. Espectador de excepción fue Albert Einstein, que aquella noche había cenado con Chaplin, pero fue todo el público quien irrumpió en carcajadas tan pronto empezó la película.
  • Tras doce semanas en cartel, el film de Chaplin produjo unos beneficios netos superiores a los cuatrocientos mil dólares. Las críticas, en general, fueron excelentes y, a pesar de la miopía de la Academia de Hollywood que ignoró olímpicamente el film entre sus candidaturas al Oscar, el film se reestrenó con un nuevo éxito en 1950 y se alzó con un lugar de honor entre las mejores películas de toda la historia del cine.
       «Cuando se estrenó LUCES DE LA CIUDAD, algunos críticos gritaron: ‘¡Chaplin está desfasado! Su film es mudo. Fracasará!’ Sin embargo, la película demostró que Chaplin, el cómico, el trágico, seguía gozando del favor del público como en los mejores tiempos del cine mudo. Su arte es internacional. Y mientras hable sin palabras seguirá siendo internacional”.
    Virginia Cherrill

CCU-03062016   Fuente:Cuaderno del Cine Club Universitario.

   Si os ha gustado este post os animamos a compartirlo para que el mayor número de personas posible asistan y disfruten hoy de esta Sesión de clausura: Clásicos recuperados XXXIV (cinema-concierto) con la que el Área de Cine y Audiovisual (Cine Club Universitario), en colaboración con el Área de Música (Cátedra Manuel de Falla) finaliza su ciclo de proyecciones para este curso 2015-2016.

   Javier Sanchís Lopez (Violín) y Juan Manuel Romero Ramírez (Piano) participan en este cinema-concierto, este cine mudo con música en directo. La pasión de ambos por el cine de principios del siglo veinte (Buster Keaton, Harold Lloyd, Murnau …) y en particular por el cine de Charles Chaplin, unido a sus inquietudes artísticas e intelectuales, han sido el principal estímulo a la hora de abordar un proyecto como este.

   En el proceso de elaboración del mismo se ha llevado a cabo una recopilación, análisis y selección de los recursos musicales susceptibles de ser utilizados en la proyección cinematográfica, teniendo en cuenta las características descritas para la música de cine mudo de imitación, comentario, evocación, contraste y dinamismo, adaptándolo a las exigencias de cada escena.

3JUNIO_72-727x1024   Se han adaptado las características y recursos técnicos y expresivos propios tanto del violín como del piano para la asignación de determinados roles a lo largo de la proyección, otorgando al violín un papel preponderante en las escenas de corte sentimental, tan usuales en la filmografía de Chaplin, y al piano, por su características polifónicas, el de instrumento acompañante o para escenas de carácter cómico.

   Asimismo, se ha recuperado el papel del “Figurante Pictórico”, actor e imitador que reproducía los supuestos sonidos que se producían en pantalla, resaltando o parodiando, según correspondiera, determinadas situaciones. Este papel a lo largo de la proyección es asignado indistintamente a ambos instrumentos dependiendo del efecto que se quiera representar, realizando más de una veintena de efectos a lo largo de la proyección.

   La interiorización de los tempos y dinámica de cada escena, el uso de recursos necesarios para otorgar continuidad musical entre escenas, la ruptura de la métrica musical asimilándola al ritmo de la escena, la sincronización musical y escénica o la impro visación son algunos de los aspectos interpretativos tenidos en cuenta durante la actuación. Actuación, con intertítulos en español y de entrada libre hasta completar aforo, en el Aula Magna de la Antigua Facultad de Medicina, a las 20:00 horas.

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