Los duelistas (1976)

Área de Cine y Audiovisual

   «LOS DUELISTAS revela, a ojos de hoy, que con el tiempo Ridley Scott no parece haber variado en demasía sus métodos de trabajo, su forma de planificar y, sobre todo, su manera de iluminar, hasta el punto que la atmósfera ‘de época’ y el componente estético, cuando no desvergonzadamente esteticista, de sus imágenes evoca sin demasiado esfuerzo los posteriores tratamientos plásticos de Legend (1985), 1492: la conquista del paraíso (1492: Conquest of Paradise, 1992), Gladiator (2000), El reino de los cielos (Kingdom of Heaven, 2005) o Robin Hood (2010) […]».

Tomás Fernández Valenti

Entre la irracionalidad y la cordura

LOS DUELISTAS junto a Alien y Blade Runner colocaron automáticamente a Ridley Scott en el pabellón de los cineastas más prestigiosos a nivel de crítica y de los más solicitados a nivel comercial.

En 1977, Ridley Scott dirigió LOS DUELISTAS su primera película tras haber realizado más de 2.000 anuncios publicitarios y alguna serie de televisión, y contó con un guión adaptado por él junto a Gerald Vaughan-Hughes y un presupuesto de sólo un millón de dólares. Influenciado poderosamente por el Barry Lyndon (1975), de Stanley Kubrick, Scott consiguió los servicios del director de fotografía Frank Tidy, para crear esa luz natural, sin artificios, que era el sello principal de la película de Kubrick.

Bellos paisajes fotografiados preferentemente en plano fijo, o recorridos por funcionales movimientos de cámara; interiores iluminados con luces de tonalidad natural, dando pie a un elaborado juego, según las ocasiones, de luces y sombras, que se traduce en estancias, despachos, tabernas o palacetes alumbrados mediante estratégicas fugas lumínicas a través de puertas y ventanas, o por el contrario sumergiéndolos en un tenebrismo parecido al practicado por Clint Eastwood; la tendencia a llenar el plano de elementos atmosféricos (humo, niebla, nieve, lluvia); el gusto por el primer plano de los actores, tan característico de su director, como si la fisonomía de sus personajes formase parte -y, de hecho, la forma- del mismo juego estético… Alrededor de todo ello se construye una película, por lo demás, sólida, bien ensamblada y excelentemente interpretada, por más que a ratos adolezca de cierta frialdad, sobre todo si se conoce la novela de Joseph Conrad en la que se inspira.

Lo más interesante de LOS DUELISTAS, algo que ya está presente en el texto original, es la transformación de los dos antagonistas visualizada a partir de la distinta graduación de sus enfrentamientos. Cada duelo resulta más violento, sucio y salvaje que el anterior. Las formas caballerescas del inicio, esos duelos que se inician con un edénico plano general en medio de la campiña, con los personajes saludándose de manera cortés antes de asestarse una estocada en plena época primaveral, dan paso a combates violentos y sanguíneos en la penumbra de algún interior o a enfrentamientos junto a soldados congelados en la tierra nevada de Rusia. Pueden ser a pie o a caballo, con florete, sable o pistola, en pleno bosque o dentro de una fortaleza, en la paz y en la guerra, en la retaguardia o en el frente ruso. Los duelos les definen y deberían definir en el campo del honor la extrema fatalidad que atenaza sus existencias, pero Scott pasa de puntillas por otras consideraciones y limita la película al enfrentamiento entre la irracionalidad y la cordura.

Ficha Técnica

  • Año.- 1977.
  • Duración.-  100 minutos.
  • País.- Gran Bretaña.
  • Género.- Drama.
  • Título Original.- The duellists.
  • Director.- Ridley Scott. 
  • Argumento.- La novela “The duel” (1908) de Joseph Conrad.
  • Guión.- Gerald Vaughan-Hughes.  
  • Fotografía.- Frank Tidy (Color).  
  • Montaje.- Pamela Power. 
  • Música.- Howard Blake. 
  • Productor.- David Puttnam.  
  • Producción.- Enigma Productions – Scott Free Productions – NFFC.
  • Intérpretes.- Keith Carradine (D’Hubert), Harvey Keitel (Féraud), Albert Finney (Fouché), Edward Fox (el coronel), Cristina Raines (Adéle), Tom Conti (dr. Jacquin), Robert Stephens (general Treillard), John McEnery (Chevalier), Diane Quick (Laura), Alun Armstrong (Lacourbe), Meg Wynn Owen (Léonie), Jenny Runacre (Madame de Lionne).
  • Sinopsis.- A principios del XIX, durante las guerras napoleónicas, un teniente de húsares del ejército francés, el aristócrata Armand D’Hubert (Keith Carradine), recibe la orden de arrestar al teniente Feraud (Harvey Keitel) por haber participado en un duelo. Feraud, encolerizado, desafíará una y otra vez a D’Hubert durante quince años. (FILMAFFINITY)
  • Premios.- 
    1977: Cannes: Mejor Ópera Prima.
    1977: Premios David di Donatello: Mejor director extranjero.

Apuntes y Curiosidades

  • Conrad escribió 13 novelas, 2 libros de memorias y 28 novelas/relatos cortos (entre los cuales se encuentra “El duelo”). Su prosa, que se caracteriza por la gran definición psicológica de personajes, la captación atmosférica y la descripción simbolista de sus ambientes, es un fin para explorar la vulnerabilidad y la inestabilidad moral del ser humano, poniendo énfasis en los temas de la obsesión, el honor y la violencia. Sus personajes son hombres con categoría de héroes que se enfrentan a su condición y límites humanos, desafiando el mal o la corrupción en su búsqueda de ideales supremos. Para Conrad la aventura era ante todo una odisea interior, una trágica proyección del hombre perdido en el misterio de un mundo inescrutable en una búsqueda desesperada del ser, que lo coloca, generalmente, ante la muerte y la frustración.
  • Si bien el film de Scott es razonablemente fiel a la novela de Joseph Conrad en sus líneas generales, hay alguna diferencia entre ambas obras que valdría la pena señalar. La principal de ellas consisteen la película se da mayor importancia a los personajes femeninos, hasta el punto de añadir respecto al original literario uno, la prostituta Laura (Diana Quick), enamorada de D’Hubert, la cual viene a convertirse en el personaje-símbolo que el guionista erige en algo así como el Pepito Grillo del personaje de D’Hubert: Laura es la exteriorización de la voz interior de D’Hubert, la expresión de una conciencia que le dice que su prolongado duelo con Feraud no es más que una locura, un capricho de hombres arrastrados por un caduco sentido del honor y de la virilidad en el sentido militar del término, el cual les lleva a enfrentarse en una serie de lances privados a lo largo de quince años. De este modo el guionista pretende suplir, a través del personaje de Laura, lo que la magnífica prosa de Conrad explica tan bien: que la situación protagonizada por ambos antagonistas es un absurdo alargado durante tres lustros que no tiene ninguna razón de ser, y que en las páginas del libro está retratado con una solapada, elegante ironía prácticamente ausente, por cierto, en un film de tono más bien sombrío. El problema es que el personaje de Laura acaba resultando inverosímil, habida cuenta que resulta difícil de creer que una prostituta sin formación aparente sea capaz de expresarse casi como una intelectual, dejando en evidencia su carácter de artificio ideado por el guionista para que el espectador, aparte de ver, ‘reflexione’ sobre lo que está presenciando en base a las contundentes afirmaciones formuladas en voz alta por este personaje. Tampoco tiene mayor relieve que, a diferencia de la novela, el personaje de D’Hubert esté casado con Adele (Cristina Raines) en el momento en que tiene su duelo final con Feraud, mientras que en Conrad la joven es todavía su prometida.
  • Ello no obsta para que LOS DUELISTAS esté llena de buenos momentos, pero su alcance no va más allá de su enunciado y de la belleza aparente pero un tanto superficial de sus imágenes, sobre todo si se ha leído a Joseph Conrad. Resultados, correctos pero poco más, de la película que se inspira en tan magnífico relato. Sin duda hay que anotar en el haber del director la elegante resolución de los duelos, por más que en todo momento cada una de esas secuencias de combate hagan gala al mismo tiempo tanto de una notable energía visual como de una relativa afectación esteticista: nunca está muy clara la frontera entre lo que está rodado porque resulta necesario para el devenir del relato y lo que está rodado por el mero placer de hacerlo.

   Fuentes: Cuaderno del Cine Club Universitario. La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea. Vicerrectorado de Extensión Universitaria. Universidad de Granada.