La novia de Frankenstein (1935)

Área de Cine y Audiovisual / Cátedra Federico García Lorca

“veía [Whale, el director] la película como una parábola paródica del sexo (la idea de un monstruo femenino, por ejemplo, le parecía enormemente divertida), llena de posibilidades para una extravagante sátira”.

David J. Skal

Introducción

Con La novia de Frankenstein (1935), junto a El Doctor Frankenstein (1931), la Cátedra Federico García Lorca y el Cine Club Universitario / Aula de Cine de La Madraza. Centro de Cultura Contemporánea de la Universidad de Granada, inicia el ciclo “La criatura ante su creador”. Frankenstein en el cine, conmemorando el bicentenario de la novela de Mary Shelley. Será a partir del 14 de Noviembre de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Antigua Facultad de Medicina en Av. de Madrid). Entrada libre hasta completar aforo. La película se proyectará en versión original en inglés con subtítulos en español.

Frankenstein desde la ironía y el sentido del humor

Consideraba James Whale que en El doctor Frankenstein había dicho todo lo que podía decir sobre el personaje creado por Mary Shelley, así que, frente a la obligación de rodar La novia de Frankenstein, optó por (re)enfocar el proyecto desde la ironía y el sentido del humor, construyendo una obra cargada de mala intención y de dobles lecturas.

De hecho, todo el proyecto está impregnado de un tono jocoso, divertido, que se esfuerza en alejarse del tono lúgubre y circunspecto del original para releer la novela de Shelley desde cierta distancia irónica. Así pues, la imagen del monstruo (Boris Karloff) atado a un poste por los aldeanos y elevado por los aires es una parábola crística porque remarca así, mediante el más puro sarcasmo, lo que su mera existencia tiene de abominación de los preceptos bíblicos. Un punto de vista que nos permite entender mejor el detalle de que, cuando el personaje de Karloff encuentra la cabaña del ermitaño ciego (O.P. Heggie), este ande tocando al violín el “Ellens Dritter Gesang” de Franz Schubert -una de las musicalizaciones más populares de la oración católica del avemaría-: Que la respuesta a sus rezos contra la soledad sea una aberración construida a partir de pedazos de cadáveres es, como mínimo, una ironía recalcitrante. Lo cual, por otro lado, Whale vuelve a remarcar en el momento en el cual el invidente arropa al monstruo y le da las gracias a Dios por su llegada, y que está claramente concebido como una parodia de los momentos de iluminación del cine de Hollywood de la época, además de un corte de mangas hacia la moralista Administración de Producción del Código que lideraba el muy religioso Joseph Breen. Así pues, bajo el aparente disfraz de una película “moralizadora”, la omnipresente imaginería cruciforme de la película acabaría por alzarse como una afirmación más “blasfema” que cualquiera de las cosas que Breen había ordenado cortar.

Cierre: El monstruo como el personaje más empático

El monstruo acaba alzándose como el personaje más empático ya que se trata de la figura más inocente y más desvalida de la función. Otra de las grandes (y muy conscientes) ironías sobre las que se sostiene el largometraje, ya que, al mismo tiempo, es también alguien terrible y poderoso, proyección cuasi perfecta de los desafíos a la naturaleza de su creador. Lo que también convierte La novia de Frankenstein en un dilema paternofilial, en el que ese hijo rechazado, abandonado por su (supuesta) figura de apego, acaba enfrentándose a su creador para exigirle que asuma la responsabilidad de sus acciones pasadas.

El gesto final del personaje de Karloff de destruir el laboratorio y a todos los que están dentro es una última rebelión  frente a la negación de la posibilidad de generar vida por sí mismo que supone el rechazo que siente hacia él la Novia (Elsa Lanchester ): De ahí que, como reivindicación de su humanidad, opte por quitarse la vida. El pulso de destrucción como parte constitutiva de la naturaleza humana.

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