Introducción al ciclo Maestros del cine moderno español (I): Narciso Ibáñez Serrador (2ª parte)

Área de Cine y Audiovisual / Cineclub Universitario UGR / Aula de Cine "Eugenio Martín"

Introducción

Información complementaria del ciclo Maestros del cine moderno español (I): Narciso Ibáñez Serrador (1ª parte) (In Memoriam), que tendrá lugar en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Avda.Madrid), los días 17, 20, 24 y 27 de septiembre de 2019, a las 21:00 horas. Entrada libre hasta completar aforo.

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Etapas de «Historias para no dormir»

La serie HISTORIAS PARA NO DORMIR constó de tres etapas: La primera, comprendida entre 1966 y 1968, y rodada en blanco y negro; la segunda, si es que la consideramos como tal porque estuvo formada por un único episodio, El televisor (1974), ya en color; y la tercera, asimismo en color y compuesta por cuatro títulos realizados en 1982: Freddy; El caso del señor Valdemar, adaptación de Edgar Allan Poe que ya había llevado a cabo en el episodio EL PACTO (1966); El fin empezó ayer; y El trapero, que reversionaba el telefilm homónimo argentino de 1974. En 2006, Ibáñez Serrador escribió y dirigió su último trabajo tras las cámaras, el telefilm La culpa, perteneciente a la serie Películas para no dormir (2005-2006), suerte de reedición / homenaje a HISTORIAS PARA NO DORMIR en el que participaron con sendos episodios Álex de la Iglesia, Jaume Balagueró, Paco Plaza, Enrique Urbizu y Mateo Gil.

Influencias y peculiaridades de «Historias para no dormir»

La construcción de la mayoría de episodios de las HISTORIAS PARA NO DORMIR de los años sesenta (no es el caso de El televisor), con Ibáñez Serrador presentando cada episodio al principio del mismo, en ocasiones haciendo gala de un humor desengrasante, estaba directamente inspirada en las presentaciones de Alfred Hitchcock para sus series Alfred Hitchcock presenta (Alfred Hitchcock Presents, 1955-1962) y La hora de Alfred Hitchcock (The Alfred Hitchcock Hour, 1962-1965). Igualmente, la construcción narrativa de muchos episodios de HISTORIAS PARA NO DORMIR, en particular la de los episodios de alrededor de media hora de duración, recuerda mucho la de otra famosa serie de televisión fantástica con creador-presentador a la cabecera de cada capítulo: La extraordinaria Dimensión desconocida / En los límites de la realidad (The Twilight Zone, 1959-1964), de Rod Serling. A diferencia de esta última o de las series de Hitchcock, que corrieron a cargo de numerosos realizadores, HISTORIAS PARA NO DORMIR se caracterizó por que todos sus episodios fueron dirigidos por Ibáñez Serrador, quien también firmó en solitario la mayoría de los guiones bajo su seudónimo habitual, “Luis Peñafiel”, con las raras excepciones de los episodios La cabaña (1966), eficaz relato de “suspense” que fue el único trabajo de los guionistas Alejandro García Planas y Antonio Cotanda Arnal, y La casa (1968), coescrito con Juan Tébar, quien también sería autor del cuento en el que se inspira el episodio El vidente (1967) y del argumento del primer largometraje para el cine de Ibáñez Serrador, La residencia. Pero, a imagen y semejanza de las series de Hitchcock y Serling, la de Ibáñez Serrador también se caracterizó por su sentido del gimmick, o si lo prefieren, del “golpe de efecto final”, y por la presencia recurrente de un determinado equipo técnico -cf. el decorador Fernando Sáenz- y artístico: el compositor Waldo de los Ríos y ese plantel de notabilísimos intérpretes encabezado por el padre de Ibáñez Serrador, Narciso Ibáñez Menta, seguido de otros habituales como Estanis González, Lola Lemos, Pedro Sempson, Irene Gutiérrez Caba o José María Caffarel, por citar unos pocos.

Terror y Ciencia Ficción

De los episodios escritos por Ibáñez Serrador, cinco partían de cuentos de Ray Bradbury: LA BODEGA (1966), EL DOBLE (1966), EL COHETE (1966), La espera (1966) y La sonrisa (1966). Otros cuatro se inspiraban en Poe: EL TONEL (1966), según “El barril de amontillado”, El cuervo (1966), que, más que una adaptación del poema homónimo, es una semblanza sobre los últimos años de la vida del escritor; y el citado EL PACTO, a partir de “El caso del Sr. Valdemar”, reversionado en 1982, a los cuales cabría añadir un quinto, La promesa (1968), que versiona muy libremente “El entierro prematuro”… El resto o bien eran originales suyos, o bien adaptaciones de Tébar, Robert Arthur, Robert Bloch, Fredric Brown, Carlos Buiza, Henry James, W.W. Jacobs, Harlan Ellison y el popular parasicólogo Fernando Jiménez del Oso. A pesar de que en la serie hicieron acto de presencia algunos pocos episodios de temática policíaca -los por lo demás excelentes EL CUMPLEAÑOS (1966), LA OFERTA (1966), LA BROMA (1966) y El aniversario (1966)-, por regla general el terror y la ciencia ficción se fueron alternando. Dentro del primer grupo, los de horror más o menos gótico se hallan entre los más logrados, tal es el caso de EL TONEL, que recrudece el clímax de “El barril de amontillado” con el vinatero (Antonio Casas) mostrando el cadáver de su infiel esposa (Gemma Cuervo), sumergida en el amontillado, al amante de esta última (Jesús Aristu) al que está emparedado vivo. EL PACTO, cuyo tenso tercio final compensa el exceso de metraje de esta adaptación de Poe. EL MUÑECO (1966), que mezcla elementos de “Otra vuelta de tuerca”, de Henry James, con toques de brujería sacados de Robert Bloch: en el clímax, Alicia (Teresa Hurtado) muerde la cabeza del muñeco de cera de su padre, Hugo Wilbur (Ibáñez Menta), y luego Ricardo (sic) Wilbur (Fernando Delgado), tío de Alicia, descubre el cadáver de Hugo con un enorme mordisco en la frente. La pesadilla (1967), con un estupendo gimmick, en virtud del cual todo lo que hemos presenciado no es sino… el mal sueño de un vampiro (Fernando Guillén) a punto de levantarse de su ataúd. La zarpa (1967), uno de los mejores episodios de la serie, que adapta el escalofriante relato de W.W. Jacobs “La pata de mono”. El regreso (1967), en torno a la venganza de ultratumba de un anciano asesinado (José Orjas), que atesora una imagen -la silla de ruedas vacía que se desplaza sola- que parece anticipar la magistral Al final de la escalera (The Changeling, 1980, Peter Medak). Y La casa, una efectiva ghost story con ecos del cine de terror italiano.

Temática recurrente en los episodios

de ciencia ficción: La invasión alienígena

Una temática recurrente en los episodios de ciencia ficción es la invasión alienígena, presente en los interesantes aunque alargados LA BODEGA, en la que el ataque extraterrestre se produce mediante una sutil intromisión en los hogares a través de unos misteriosos hongos que se apoderan de la voluntad de los niños (anticipando, si cabe, la trama de su segundo largometraje, ¿Quién puede matar a un niño?), y La alarma (1966), en el que una mujer (María Massip) oculta en su cuerpo un artilugio triangular que la mantiene joven durante cientos de años y cuya extirpación pondrá en marcha un ataque extraterrestre; así como el excelente El vidente, en torno a una invasión “invisible” de seres de otro mundo. En cambio, EL COHETE es un relato sentimental en torno a un hombre (Ibáñez Menta) que finge haber construido una nave espacial para hacer felices a sus hijos, y La sonrisa, una alegoría post-apocalíptica en torno a la destrucción de la cultura. La temática de la vida artificial está presente en el estupendo EL DOBLE, y sobre todo, en el magnífico El trasplante (1968), en el que un hombre (José María Prada) vende todas las partes de su cuerpo para subsistir en una sociedad futura habituada a la cirugía estética sin rechazos, y acaba siendo enterrado en un ataúd… vacío, en uno de los episodios “metafóricos” más famosos de la serie junto con el no menos célebre El asfalto (1966), relato satírico con decorados reducidos a la mínima expresión sobre un hombre (Ibáñez Menta) que se hunde paulatinamente en el socavón de una calle sin que la burocracia llegue a tiempo de salvarle, y con el espléndido El televisor, crónica del proceso a la locura de un hombre (Ibáñez Menta) obsesionado con ver televisión, y que concluye con uno de los clímax más inquietantes de su creador -los cadáveres del protagonista, su mujer (María Fernanda D’Ocón) y sus dos hijos, descubiertos por la policía en una habitación repleta de señales de balazos, flechas de indios y cañonazos salidos… ¿de la televisión?-, el cual erige a El televisor en el que posiblemente sea el mejor telefilm español de terror de todos los tiempos, junto con el no menos admirable La cabina (Antonio Mercero, 1972).

Cierre

La fórmula de HISTORIAS PARA NO DORMIR se antojaba extraordinaria y sus episodios han envejecido con tanta dignidad que ninguna serie española posterior ha sabido concebir un terror tan meritorio. De hecho, desde entonces casi nadie se ha atrevido a intentarlo y, si alguien lo ha hecho, solo ha conseguido cuajar en el imaginario del telespectador más novel (El internado, Hay alguien ahí). HISTORIAS PARA NO DORMIR estableció un precedente televisivo que, pudiendo haber quedado en una simpática anécdota guardada en el cajón de algún despacho de TVE, es recordada más de medio siglo después de su estreno como una de las grandes series de la historia de nuestra televisión que demuestra que la rentabilidad y la eficacia del low cost no son inventos de nuestros días.

Texto (extractos):

Tomás Fernández Valentí, “Narciso Ibáñez Serrador: cartas de amor al fantástico” en sección “Estudio”, rev. Dirigido, marzo 2019.

Javier Moral, “Historias para no dormir: el terror en casa”, Centro Virtual Cervantes, 2017, www.cvc.cervantes.es.

Carlos Díaz Maroto, Folleto “Notas para edición en DVD de Historias para no dormir”, Grandes Series Clásicas de TVE, CRTVE SAU, 2015.

Fuente:

Cuaderno del ciclo Maestros del cine moderno español (I): Narciso Ibáñez Serrador (1ª parte) (In Memoriam).