EL AÑO QUE VIVIMOS PELIGROSAMENTE (1982)

Área de Cine y Audiovisual

Introducción

El viernes, 17 de noviembre de 2017, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario, el Cineclub Universitario / Aula de Cine  proyecta la película “El año que vivimos peligrosamente (1982)“, dentro del ciclo “Maestros del cine contemporáneo (VIII): Peter Weir”, en versión original en inglés con subtítulos en español. Entrada libre hasta completar aforo.

El año que vivimos peligrosamente (1982):

El juego de sombras del Wajang

Cuando Peter Weir abre El año que vivimos peligrosamente con el juego de sombras del ‘wajang’ ya está dejando claro su postura ante el relato. No vamos a ver una denuncia ni una crónica del momento en el cual el golpe de estado de Suharto derrocó a Sukarno en la Indonesia de 1965. Ese no es más que el fondo sobre el cual se recorta una fábula romántica que aspira a sintetizar diferentes perspectivas metafóricas donde los personajes se encarnan tanto a sí mismos como a proyecciones de las figuras del mencionado ‘wajang’, un teatro ritual que cuenta la historia de amor del príncipe Arjuan y la princesa Srikandi manejados por el enano Semar, en realidad el dios Ismaja disfrazado. Guy Hamilton (Mel Gibson) y Jill Bryant (Sigourney Weaver) son el príncipe y la princesa de una historia que como la mayoría de Peter Weir no sucede en el plano de lo real ni tampoco en el de lo irreal, sino en algún lugar intermedio, tangencial con ambos y donde algún personaje posee la capacidad chamánica de cruzar a ambos lados. En este caso Billy Kwan, un fotógrafo chino-australiano, oriental y occidental, enano, demiurgo, idealista y melancólico que es el dios/sirviente contrahecho de la leyenda moviendo sus sombras en busca de un equilibrio eterno.

La cámara de Weir responde a este lugar entre realidades con su personal mezcla de clasicismo y extrañamiento, abriendo la película con la hipnótica voz en off de Kwan, cuya perturbadora dualidad se ve potenciada al estar interpretado, y de manera soberbia, por la actriz Linda Hunt y la llegada de Hamilton a una ciudad, Yakarta, que es presentada entre el bullicio y la neblina nocturna como un lugar fantástico, alienígena a la mirada occidental. Weir plantea frontalmente su sempiterna poética de la incomprensión cultural, de choque de culturas (otra vez la metáfora del juego de sombras del ‘wajang’). Hamilton penetra en una cultura ajena, donde necesita a un guía, Billy Kwan. Pero el guía no es alguien que te pasee por ese otro mundo, sino que te lleva a él para transformarte o para emplearte como vehículo. Kwan pretende ambas cosas con respecto a Hamilton; por un lado quiere hacer ver con ojos orientales una realidad que no es paisaje sino humanidad, y por el otro quiere sublimar sus propias capacidades conquistando a través de él a Jill.

Pero el periodista, como el príncipe Arjuan, es egoísta y en un momento determinado antepondrá la consecución de una noticia rompedora al amor y la visión que Kwan le ha dado. Un fatalismo que, otra vez, él mismo ha explicitado en las sombras del ‘wajang’, donde nada es bueno o malo ni existen conclusiones finales.

Conclusión

Tortuoso y fascinante Kwan es uno de los grandes personajes del cine de Weir y absorbe con facilidad el interés de una película que con él fuera de pantalla pierde fuerza. Pese a la fuerza centrífuga que ejerce este protagonista oblicuo El año que vivimos peligrosamente continúa siendo un notable melodrama a la vieja usanza que pone al día, pero respetándolas en esencia, convenciones, estéticas y valores del melo exótico-romántico hollywoodiense de los 40 y 50 pero acoplando ciertos ecos de Graham Greene y sometido todo ello a la peculiar mirada mística del cineasta australiano que regresa a motivos anteriores como la lluvia y el agua y que está dominado por la mixtura de exactitud y estilización en la puesta en escena cristalina de sus mejores trabajos.

Fuente: Cuaderno del Cineclub Universitario / Aula de Cine.

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