Caballo de Batalla (2011)

Área de Cine y Audiovisual

Introducción

Con Caballo de Batalla (2011) el CineClub Universitario / Aula de Cine sigue con el ciclo «Maestros del cine contemporáneo (VII): Steven Spielberg (y 6ª parte)«. Cada una de las películas que integran el mismo se proyectarán, en versión original en inglés con subtítulos en español, todos los Martes y Viernes, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario (Antigua Facultad de Medicina en Av. de Madrid).

Oda al cine del pasado

Caballo de batalla posee un fondo tan nostálgico como su puesta en escena. Y Spielberg hace hincapié en ello mediante una reconstrucción histórica que nace de su memoria visual para convertir un canto pacifista, en la novela original de Michael Morpurgo, en toda una oda al cine del pasado. Caballo de batalla se abre con unas imágenes aéreas de la campiña inglesa cuya atmósfera bucólica y pastoral se extenderá alrededor de cuarenta minutos de metraje. Spielberg impone desde ese momento un ritmo lento basado en la construcción de la amistad entre el joven Albert (Jeremy Irvine) y un caballo, Joey, el cual ha comprado su padre, Ted (Peter Mullan), tras tener la corazonada de que el caballo tiene algo especial, aunque para ello se haya tenido que gastar todos sus ahorros, poner en peligro su granja frente al terrateniente de la zona, Lyons (David Thewlis), y enfrentarse con su mujer, Rosie (Emily Watson). Todo este largo prólogo es narrado por Spielberg con demora, casi como si pusiera a prueba la paciencia del espectador.

Parsimonia narrativa, condensación emocional e imágenes impactantes

Retomando el comienzo de la película, Spielberg va construyendo un relato cuya parsimonia narrativa no solo corresponde a esa imitación de modelos narrativos clásicos, sino que además le sirve perfectamente para ir creando poco a poco una suerte de condensación emocional que prepara al espectador para cuando Joey, el caballo, sea enviando al frente francés durante la Primera Guerra Mundial y, a partir de ahí, comience sus aventuras pasando de dueño en dueño hasta el desenlace final. En otras palabras, el cineasta va sembrando en el espectador una suerte de emocionalidad contenida para que esta devenga en los momentos elegidos en sendas eclosiones de llanto, de pena o de alegría. El cineasta es capaz de controlar el ritmo de la película de tal modo que aunque se tenga la sensación de estar ante un metraje excesivo parezca que en realidad nada es superfluo; del mismo modo, la capacidad de Spielberg para crear imágenes impactantes está fuera de duda en Caballo de batalla: Esas imágenes magníficas de la carga del escuadrón británico entre girasoles y semillas en el aire, la tensión de los hombres en las trincheras esperando el momento de atacar o esos soberbios galopes de Joey en tierra de nadie, arrastrando metros de alambradas, aquilatan la capacidad para crear emoción (y espectáculo) de Spielberg, momentos hermosos pese a su trasfondo brutal. Una joint venture de viejos procedimientos narrativos y nuevas tecnologías. No molesta el tono humanista, escapando del fácil maniqueísmo, al presentar alemanes dotados de sensibilidad, incluso con sentido del humor. Todo ello nos conduce a reconocer en Caballo de batalla un film interiorizado y sin embargo de acción, de apreciable aliento aventurero, focalizado en la supervivencia. El director es consciente de que está realizando una película para que sea disfrutada/entendida por cualquier tipo de espectador, sea cual sea su nacionalidad, su sexo y su edad. Para conseguirlo, se aferra, como siempre ha hecho, al poder del cine para construir relatos.

Cierre

Podría decirse que no estamos ante una película que asuma los modos narrativos actuales, sino más bien ante una obra que pretende deliberadamente posicionarse contra ellos.  El cineasta norteamericano no ha tenido nunca reparos en mostrar todas sus cartas, y su referencialidad siempre ha quedado clara. No hay juegos en su cine aunque lo pueda parecer. En esto, siempre ha sido tan inteligente como profundamente inocente. Incluso en sus películas consideradas más serias ha mostrado un enorme respeto y una gran admiración al trabajo de contar una historia. Y, sobre todo, si esta es entregada a través de un estilo y una narración directa que apela, normalmente, a los sentimientos más exacerbados. Para lo bueno y para lo malo, en este sentido, siempre se las ha ingeniado bien. En Caballo de batalla alcanza el cénit de su carrera, algo que parecía francamente complicado tras su larga trayectoria de finales felices y abruptas emociones.

Fuente: Cuaderno del Cine Club Universitario / Aula de Cine.

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