Entrevista a Alejandro de Pablo Ramírez

Área de Artes Visuales / Área de Artes Visuales

Entrevista a Alejandro de Pablo Ramírez (Almería, 1992) por motivo de su exposición Oconograma de la palanca en la Sala Baja de la Sala de Exposiciones del PTS (Granada)

 

Entrevistadores: Javier Iáñez y Enrique Res

 

¿Qué opinas sobre el panorama artístico actual?

 

Si me ciño a mi entorno más cercano, veo muchísimo talento en cuanto a mi generación se refiere. Pero sí que es verdad… que nos vamos a morir de hambre. No hay dónde apoyarnos. Uno de cada diez pilla algo que mola, pero eso que mola se acaba gastando, y no te da ni para dedicarte, al menos, a la producción. No al menos al nivel que algunos de nosotros pretendemos. 

 

¿Te refieres al ámbito de Granada o en general en España?

 

De Granada, de Andalucía, de España. Ves en otros países cómo se lo están montando y no hay comparación. Mis colegas de Amberes no paran de hacer cosas; y cuando no es una residencia es una beca, cuando no es una beca el gobierno les da ayudas para producir o la universidad les facilita un estudio, aunque ya hayan terminado. No sé. Y luego también veo que, ahora que estoy en Málaga haciendo el Máster de Producción, es cierto que no existen másters en España que te den un espacio para tí, para trabajar. Y eso es un problema, ¿cómo pretendes que el máster sea de producción si no tienes dónde hacer nada?

 

Claro, completamente. 

 

Y eso, que veo un montón de gente joven con muchísimas ganas y muchísimas ideas. Y muchísima fuerza, que yo a veces me siento súper chiquitito cuando veo a gente de 20 ó 21 que son potentísimos. Y al final, muchas veces esa gente no termina de dar el salto porque hay ciertas convocatorias clave (porque es que en Andalucía sólo hay x cosas) y como no te cueles en una de esas, pues ahí te quedas relegado, como en segunda B. Que al final, pues bueno, estás en segunda, te darán cierto crédito en algunos círculos, pero bueno… Así es como lo veo yo. 

 

¿Influye Internet de alguna forma en tu proceso? ¿De qué forma?

 

Totalmente. Yo me considero nativo digital puro y duro. Intento usarlo con mucha cabeza, dentro de lo que cabe, pero al final me encanta el cotilleo, me gusta el salseo. El postureo (que es un término que parece que se ha quedado en el 2010) es algo que no practico pero de verdad me encanta y me influye muchísimo. De hecho, en este último proyecto, Oconograma de la palanca, he estado tocando ciertos resortes de ciertos influencers como las familia Kardashian, y cómo al final una sola familia es capaz de crear todo un imaginario visual, incluso conceptual, increíble. Entonces al final te influye muchísimo, porque Internet lo uso para todo: cuando puedo tocar un libro físico, pues bendito sea, pero al final todo se consume en la pantalla. En el 90% de los casos, creo yo. Al final es que acabas consumiendo de todo por una pantalla, y esa pantalla te conecta con Internet y ahí tienes desde una película a un libro a un post de Instagram donde hay alguien que hace obras con mocos. 

 

Es básicamente imposible que a personas de nuestra edad y contexto no le influya Internet de una forma u otra, aunque sea de una mínima forma, pero siempre nos influye. 

 

Completamente. 

 

Bueno, pues cuéntanos un poco cómo es tu proceso creativo.

 

Pues eso es una muy buena pregunta que no la sé responder ni yo, casi. Porque no hay un modo; hay un espacio, hay una serie de factores, hay una persona (o varias en muchas ocasiones) y salen cosas. Y bueno, dicho así dices «hala, bravo por lo que acabo de decir», pero es un poco así. Sí es verdad que en el estudio me rodeo siempre de materiales que me sugieren. Soy un basurero y un trapero de los de antes, me encanta coger cualquier cosa porque cualquier cosa puede darme la respuesta. Normalmente suelo producir mucho sin cabeza, o sea, no sé si «sin cabeza» es la mejor forma de decirlo. Si que es verdad que intento eliminar cualquier propósito (aunque siempre hay un propósito). A veces produzco y produzco, y al final de la jornada pongo los objetos sobre la mesa y pienso «uy». Y de repente hay cosas, de repente los coloco sobre la pared y dicen algo, o uno parece una pistola y por ahí van los tiros. Y al final no sirven para nada, simplemente generan una idea y de ahí sí que sale un proyecto. Como este caso, Oconograma de la palanca, donde el proceso ha sido más al revés: más que hacer y luego pensar, ha sido más pensar y luego hacer. Pero siempre estoy en ese tiquitaca entre esos dos modos.

 

Está bien porque de esta forma nunca te cierras a nada. Siempre tienes la capacidad de sorprenderte, y eso te va dando nuevas pistas. 

 

Sí, y eso lo va haciendo más divertido. Puede sonar banal, pero si no me lo paso bien en el estudio, pues me voy del estudio. No tiene sentido si no estoy disfrutón, pero disfrutón como un niño chico: de «jaja», de reírme, de pegarme mis bailoteos o de permitirme las licencias que me den la gana, porque al final es un mundo que se genera cuando te pones con las manitas a toquetear.

 

Es curioso, porque tu obra y la de Júlia Cantó no tienen aparentemente nada que ver, pero cuando le preguntamos a Júlia nos contó que su proceso también empieza siempre por lo material: por reunir materiales y ver qué le sugieren. No deja de ser una forma de compartir un proceso creativo que empieza diciendo: «venga, me voy a rodear de materiales, y ellos me van a decir cómo trabajo realmente», en vez de pensar «voy a hacer esto»

 

Claro, y sin hacerle mucho caso a técnicas o reglas fijas. Al final, he estado estos dos últimos años trabajando la madera, y antes lo hacía desde un punto de vista muy (y pido perdón por este término) ingenieril, muy de carpintero, todo con su escuadra, bien cortado, lijado, medido, todo limpio. Y ahora cada vez más me permito las licencias que me dan la gana. Ahora estaba usando ciano-pegamentos con madera, que eso lo ve un carpintero y me suelta una bofetada; también estoy usando espuma de poliuretano para hacer moldes, lo cual no tiene mucho sentido. Ahora mismo, por ejemplo, estoy trabajando con moldes de escayola que hago en una caja de cacahuetes, que es lo que tengo dada la situación. Y es lo que habéis dicho, sorprenderse a uno mismo es muy importante, porque es lo que lo hace divertido. 

 

Ahora que has mencionado la madera, en esta exposición tanto Júlia Cantó Oliver como tú trabajáis una especie de neo-bricolaje, dando especial prioridad a la madera. También se aprecia notablemente el proceso basado en el do it yourself. En estos últimos años hemos podido vivir un resurgir de estas tendencias, ¿a qué crees que se debe? ¿Qué significado o importancia tiene para tu obra? 

 

Bueno, en mi caso por lo menos, surge de la precariedad y de las falta de medios. De no tener mucho dinero ni muchos recursos para trabajar el poco material que puedo conseguir con ese poco dinero. Yo creo que también se debe, más allá de pretensiones cercanas al ecologismo o a lo verde, más que eso es que es inevitable que somos la basura. Somos sociedad basura y todo es basura (para los que vean basura, claro). En con este panorama, para qué vas a ir al Leroy Merlin para que te corten unos tablones, si cuando estás atento encuentran un montón de basura útil e incluso de mejor calidad muchas veces. Digamos entonces que se basa en ¿para qué si ya hay? En eso y en que por otro lado soy pobre. En el caso de la gente de mis círculos cercanos que trabajan de esa misma forma, creo que se debe también a algo parecido, pero tampoco puedo hablar por ellos.   

 

Por cierto Alejandro, ¿antes de Bellas Artes estudiaste marketing o nos lo hemos inventado?

 

Antes de Bellas Artes hice Publicidad y Relaciones Públicas en la Complutense de Madrid, sí. Correcto. Algo así como marketing, parecido. 

 

¿Y crees que esos estudios o algunos pensamientos que desarrollases en aquella etapa han influído en tu obra de alguna forma?

 

Sí, totalmente. En mis primeros años de Madrid me rodeé de un montón de gente muy cercana a los círculos del PCPE (Partido Comunista de los Pueblos de España), del PCE (Partido Comunista de España) del pensamiento comunista en general, y bueno, no me considero comunista para nada, pero sí que me ayudó a ir desarrollando mecanismos críticos frente a lo que veía, que eso es algo que desarrollan muy bien. También me sirvió para culturizarme, de alguna manera (aunque yo siempre he sido muy friki de los atlas y de los mapas), y ayudarme a entender otras dimensiones como la económica, la política, y la social, que son siempre campos que al final están en un constante runrún. Al final, a los objetos que hago siempre intento sacarle algún poso de ese tipo. Y bueno, por otro lado, esa carrera me ayudó a conseguir un montón de recursos visuales que en Bellas Artes se obvian: muchos recursos de la publicidad, de la propaganda… Teníamos una asignatura llamada Historia de la Propaganda que eso era una maravilla. Y son recursos muy chulos, ya no solo a nivel visual sino de comunicación. La publicidad es perversa y es persuasiva. El arte también utiliza ese tipo de códigos constantemente, y yo también los uso. Los uso con toda la poca vergüenza que tengo. 

 

La publicidad nos demuestra que la imagen nunca es inocente.

 

Completamente. 

 

Ahora que has hablado de que eres un poco sinvergüenza… Los títulos de tus piezas suelen añadir un significado críptico, satírico e incluso perverso. ¿Cómo es el proceso de selección del título y cómo afecta a tu obra?

 

A ver, por un lado está Richard Deacon, que no sé si tiene mucho que ver, pero hace unos años estuve flipando con su obra en la Tate, y la obra era el título y el objeto, no podías quitar uno; si quitabas alguno de los dos, te caías. Y creo que siempre he ido un poco por ahí. El «Sin título nº1» está bien, pero tiene que tener pellizco. Si no, mejor construye un título. En mi caso, muchas veces los títulos vienen de intentar hacer aún más críptica la obra. En este proyecto, Oconograma de la palanca, en el que he bebido muchísimo de Ocón de Oro y toda su familia (que ahora mismo están en activo), sí que me he apropiado un poco de esas estrategias en las que, con los jeroglíficos que ellos montan, juegan con imagen y título para que tú, con tu cerebro, descompongas ese problema, lo vuelvas a componer y saques otra realidad. Al final hay un título, hay un objeto, y tú si quieres lo sumas, lo mezclas, lo tiras al suelo… y de ahí sale algo. Pero claro, para quien lo busque o para quien tenga tiempo para buscarlo. Y el arte pasa por esa pretensión de cómo consumimos. 

 

Entonces, al fin y al cabo, hay mucha gente que consume a través de la pantalla y no se queda mucho con los títulos porque no le apetece leer. ¿Crees que tendríamos que darle una vuelta a los títulos y ponerlos más grandes para que las gente los vea? ¿O que sean así chiquititos y que sean para quien se interese…?

 

A mi me gusta pequeñito. Al final, por suerte o desgracia, esto es para ciertos círculos. Ojalá fuese para todo el mundo, pero no todo el mundo tiene tiempo, ni tiene ganas, ni tiene «educación»

 

Tampoco le interesa a todo el mundo, y ya está.

 

Claro, entonces bueno, pues el que tenga tiempo y quiera malgastarlo en ello, que se acerque, que entorne su mirada para leer el titulillo y ya entonces que se monte su película. No tiene que ser solo una, siempre abogo por la multirespuesta, la navaja suiza, el objeto multirrespuesta. No sé, no sé cómo describirlo, pero hay un poco de navaja suiza ahí también. 

 

Claro, si utilizas títulos tan perversos no es precisamente para cerrar la obra. Si ya de por sí es abierta, para abrirla aún más. El espectador la ve y dice «esto qué es, voy a leer el título a ver si lo entiendo mejor». Y cuando lo lee, lo que hace es perderse aún más. 

 

(Empieza a reírse).

 

¡Sí! Así es más estimulante. Y más divertido. 

 

Claro, claro. 

 

Bueno, ¿por qué te interesa el tema de la bandera? ¿No tienes miedo de meterte en terrenos ideológicos escarpados? 

 

A ver, no tengo miedo porque los símbolos están para apropiarse de ellos, eso para empezar. Al final, algo tan tonto como la bandera de España es de la derecha, y esto es así, nadie puede negarlo. Y el que lleva un brazalete con la bandera de España le van a chillar «facha» por la calle, y esto es sólo… Bueno, no es sólo; es mucho más complejo que todo esto, porque España tiene cuarenta años de fascismo y porque ha sido un proceso muy complejo en el que, al final, un sector ideológico y poblacional se ha apropiado de un símbolo concreto. Y si ellos pueden hacerlo… ¿por qué yo no? Al final es un planteamiento muy de niño caprichoso, pero va por ahí la cosa. 

 

Bueno, y es que también es una bandera.

 

Bueno sí, claro. Una bandera puede significar muchas cosas. Y eso lo demuestra perfectamente el Código Internacional de Señales, que es lo que yo utilizo. Pese a tener esa carga ideológica de la bandera, no deja de ser un abecedario; un abecedario visual a partir de un cuadrado con una serie de colores y de composiciones, a los cuales se les asigna una letra, un sonido o fonema y un significado. Y no solo eso, sino que es una grafía más. En la medida en que las mezclas tienen diferentes significados, igual que el contexto en el que las usas. No es lo mismo el Código Internacional de Señales en mar que en tierra, por ejemplo. Es un poco por ese capricho que llevo dentro, este pensamiento de «si tú te apropias de ciertos símbolos, ¿por qué no puedo apropiarme yo de ese símbolo u otros?». Y también porque la bandera tiene un misterio, una entidad de código, porque no es lo mismo poner una bander así que ponerla de otra forma. Y esa jerga también me interesa muchísimo, porque es muy oconiana: es muy del pasatiempo, del enigma. 

 

Por otro lado, tus obras tienen un acabado visual muy trabajado y atractivo, su presencia física es muy potente (y usando muy pocos recursos), ¿Es la forma la que afecta el concepto, viceversa o ambas? 

 

Es complejo de contestar, precisamente por lo que hablábamos antes, por mi proceso creativo. A veces está el objeto y luego la idea, o primero la idea y luego el objeto. Se enfrentan en ambas direcciones y es difícil concretarlo. Si me paro en una obra concreta, si te podría contestar. Pero hablando en general, se da una comunicación bidireccional, sinérgica. 

 

¿Y crees que este «acabado estético» puede jugar a tu favor o en tu contra?

 

Soy pobre, así que supongo que en mi contra (se ríe). Bueno, es verdad que intento cada vez más huir de tanta limpieza, no se por qué todavía. Tengo mucha influencia del diseño de interiores, del diseño gráfico, por mi pasado estudiando publicidad. Hubo cosas que me impactaron mucho en su momento como el diseño de muebles de Alvar Aalto, o gente que he recuperado ahora como Sáenz de Oiza, desde arquitectos a constructores de muebles que me han influido un montón. O el constructivismo ruso, que a lo mejor cada vez menos, pero hace uno o dos años atrás, muchas de mis piezas bebían directamente de El Lissitzky, y no me avergüenza decirlo. Es un movimiento que a nivel visual me parece muy atractivo, y no sólo en el plano visual: tiene una carga política súper importante y aboga por conquistar el espacio. Y bueno, de esto hace ya cien años, pero aquí estoy yo (se ríe de nuevo). 

 

También nos interesaría saber qué música estás escuchando últimamente. ¿Crees que influye de algún modo en tu obra?

 

Pues contestando un poco lo que me da la gana, no solo la música: cine, prensa, tele…  Últimamente veo mucha tele, tiro mucho de realities, los veo como los vería mi abuela pero también los veo con un ojo crítico, satírico, irónico… que me lo paso muy bien, vaya. Entonces, claro que sí, influye muchísimo. No sé cómo explicarlo. A ver, por ejemplo, Omar Montes puede ser ahora mismo una de las cosas, no que más escucho, pero sí que más me influencian. Y no tanto por la música sino por lo que hay detrás de ella: la figura, la poca vergüenza, el cómo hace lo que le da la gana cuando le da la gana. Al final canta sobre nada, es súper vacío, pero al mismo tiempo súper potente. Luego, el contenido que genera en Internet es súper ridículo pero súper de barrio, incluso con tintes políticos aunque él no lo pretenda. Esto por un lado. También escucho mucho trap, mucho flamenco… Gracias a mis amigos he descubierto a artistas como el Rancapino, gracias a la Julia, o Sara Fuego, una chica francesa que hace un trap experimental muy interesante, gracias a mi primo. De hecho, no os voy a engañar, también me encanta cantar yo, y es un recurso que utilizo para mover la cabecita y relajarme un poco. Ahora que estoy aquí recluido con cuatro cantantes más, que está Fabio Ramírez, está Lamartaxx, está Julia Falcato… todos cantan, cantamos todos y nos auto-influimos un montón. Y mola, mola mucho escuchar cosas que no sean música de Universal o YouTube. Pero vaya, que vosotros dos también sois músicos, qué es voy a contar.

 

La verdad que sí, todo el día con ruido puesto: si no es escuchándolo es produciéndolo nosotros, así que…

 

(Se ríe).

 

Bueno, pues estas son las preguntas… 

 

Me lo he pasado muy bien, ojalá pudiesen ser más porque vaya aburrimiento… Pero bueno… (gira la cámara y enseña la costa). Aquí en la playa. Pero claro, «en la playa»… así como estamos. Y así todo el día (risas). Esperemos que nos veamos pronto, eso será buena señal.

 

Sí, sí, completamente. A ver si pasa esto pronto y se puede pasar la gente a ver la exposición, que estuvo abierta muy poco tiempo.

 

Bueno, un hito más. No le han cerrado a todo el mundo una expo por una pandemia. 

 

(Nos reímos). No todo el mundo puede presumir de algo así. 

 

Exacto, exacto. Pues bueno, muchísimas gracias, un placer y espero veros en Granada o en donde sea. 

 

Gracias a tí, por supuesto. Por tu exposición, por tu tiempo, por tus palabras… En fin, por todo. Esperamos verte pronto también, un abrazo.

 

Un abrazo. 

 

Entrevista realizada el 26 de marzo de 2020, vía Skype.