LA OTRA CARA DEL CRIMEN (2000)

Área de Cine y Audiovisual

Mis películas son muy autobiográficas. La otra cara del crimen procede directamente de historias que mi padre me había contado, por ejemplo, la escena en la que dos hombres se desvisten entre la hierba para asegurarse de que no están siendo escuchados. Era una forma de subrayar el ambiente homo erótico del film. En esa época estaba obsesionado por Rocco y sus hermanos, la veía al menos una vez por semana. Mucha gente encontró la escena inverosímil y, sin embargo, no inventé nada. ¡Nada!”

James Gray

El hecho de que el reparto combine algunos de los más destacados nombres de la nueva generación -Wahlberg, Theron, Joaquin Phoenix- con ciertos iconos del cine americano de los setenta -Caan, Dunaway, Burstyn, incluso Tony Musante- parece insistir en un aspecto ya presente en Cuestión de sangre, en la que Tim Roth compartía protagonismo con Maximilian Schell y Vanessa Redgrave: La identificación de Gray con determinada época del cine de su pais.

Carlos Losilla

Presentación

El viernes, 4 de mayo de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario, el Cineclub Universitario / Aula de Cine proyecta La otra cara del crimen (2000). Película con la que inicia el ciclo «Cineastas del siglo XXI (III): James Gray«, en versión original con subtítulos en español. Entrada libre hasta completar aforo.

Institución familiar como espejo de una sociedad corrupta

Una reunión familiar abre y cierra La otra cara del crimen: En una se celebra la salida de Leo Handler (Mark Wahlberg) de la cárcel; la otra es con motivo de la muerte de la prima de éste, Erica Stoltz (Charlize Teron). Son imágenes definitorias de un film que se ocupa de la institución familiar como espejo de una sociedad corrupta. La excarcelación de Leo, recibida con alborozo en las primeras imágenes, no tarda en desencadenar un drama familiar cuyas raíces están en el pasado, en la ilegalidad de los negocios de su tío (Frank Olchin: James Caan) y en la corrupción política y policial de la ciudad en la que viven. Aclaremos los parentescos, importantes para comprender mejor el sentido y el alcance de la tela de araña tejida en la trama, obra de Matt Reeves y del propio realizador, James Gray. Leo es el hijo de Val (Ellen Burstyn), una mujer que padece una grave cardiopatía y por ello se encuentra a menudo al borde de una crisis. Kitty (Faye Dunaway), hermana de Val, está casada en segundas nupcias con Frank, el hombre que ha prometido dar un trabajo a Leo y cuyo negocio se apoya sobre la ilegalidad y se mantiene a partir de ella. Erica, hija de Kitty, mantuvo en su adolescencia un romance con Leo y ahora está enamorada de Willie Gutierrez (Joaquin Phoenix), el hombre de confianza de Frank  y el mejor amigo de Leo. A su alrededor pululan otros personajes: El hijo menor de Kitty, matones, policías y políticos, pero todos existen en función de aquéllos. El conflicto, que ya aparece sugerido en las imágenes iniciales, se dispara cuando Leo deposita su confianza en su tío Frank para llevar a cabo su propósito de cambiar de vida. La naturaleza de los negocios de Frank y el azar convierten a Leo en un hombre buscado por la policía y, al mismo tiempo, en alguien peligroso para la estabilidad familiar, por lo que deberá ocultarse de unos y protegerse de otros, incluso de Willie, a quien Frank encarga que lo elimine.

Cada secuencia tiene la función de ir haciendo cada vez más explícito ese complejo entramado familiar, así como sus proyecciones al exterior, y efectuar un retrato de los personajes poniendo el acento sobre sus relaciones de dependencia, las cuales deben buscarse en el dinero y en el poder, a los que todos se subordinan, y en la idea misma de la familia.

Cierre

Un retrato hecho con sentido de la progresión dramática, algo que se echaba en falta, en general, en el cine estadounidense de los últimos años, poco o nada preocupado por cuestiones narrativas de este tipo. La sombra de cineastas como Coppola, Cimino, Scorsese, Schatzberg o Ashby (algunos de ellos olvidados, o casi, y otros en días de decadencia) se hace notar en La otra cara del crimen: No sólo en su mirada hipercrítica sino también en el uso dramático de la iluminación, en la suciedad del color (tanto en exteriores como en interiores, marcados por tonos amarillentos, crepusculares), en los encuadres opresivos, en el aire pucciniano de la música

Fuente: Cuaderno del Cineclub Universitario / Aula de Cine.

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