GRAN TORINO (2008)

Área de Cine y Audiovisual

Con Gran Torino, Eastwood da por clausurada su peculiar revisión del thriller y del western convirtiéndose en una parodia de sí mismo y de su propio icono, un autorretrato inmisericorde que funde realidad y ficción, actor y personaje.

Carlos Losilla

Presentación

El viernes, 10 de abril de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario, el Cineclub Universitario / Aula de Cine proyecta Gran Torino (2008), película enmarcada en el ciclo Maestros del Cine Contemporáneo (VI): CLINT EASTWOOD (y 4ª parte), en versión original con subtítulos en español. Entrada libre hasta completar aforo.

La continua reexploración de su propia imagen

Ya desde su primera película como director, Escalofrío en la noche, una de las características principales de la filmografía de Eastwood ha sido la continua reexploración de su propia imagen cinematográfica. Una tendencia que, en los últimos años, ha centrado en resituar su masculinidad dentro de las (lógicas) limitaciones de la edad, algo que lleva todavía unos pasos más allá con su último trabajo interpretativo. Kowalski no es Harry Callahan, ni William Munny, ni siquiera Terry McCaleb: se trata de un anciano limitado físicamente, al cual el mero esfuerzo de propinarle una paliza a un pandillero pequeño y cobardica le deja agotado. Ahí radica, de hecho, uno de los elementos más interesantes con los que el director juega a lo largo de todo el film, y que, precisamente, le sirve para reflexionar sobre sus personajes más conocidos. En todo momento, el (anti)héroe de Eastwood es muy consciente de que, a nivel físico, no puede hacer nada contra los más jóvenes, pero, al mismo tiempo, juega con la ventaja de saber que la actitud y la seguridad que es capaz de demostrar ante ellos es mucho más intimidatoria que la potencia muscular perdida con la edad. Su repetido gesto de sacar el dedo en forma de pistola e imitar unos disparos no es una forma más de amedrentar a sus inmaduros enemigos (que también), sino una recreación de lo que podría haber hecho con unos cuantos años menos a sus espaldas y, con la ancianidad a cuestas, le resulta imposible recrear. Así, de la misma manera que en Sin perdón el director establecía que “el mejor tirador no es el que desenfunda su colt más rápido, sino el que mantiene la calma en mitad de un tiroteo”, en esta película evidencia que ganarse el respeto en la calle no es cuestión de pegar pimero, sino de “vacilar” mejor.

Cierre

La osadía de la película consiste en situar al hombre de acción fuera del marco genérico: Así se completa la autocrítica, en lo más parecido que ha hecho Eastwood a una película indie, rugosidades narrativas incluidas.

La gran aportación de Gran Torino, última pieza maestra de su reflexión sobre las edades del héroe, está en traer al hombre de acción crepuscular al complicado mundo multicultural actual, despojarle del manto genérico y ver cómo se confunde la ética del vaquero John Wayne y la del abogado James Stewart (El hombre que mató a Liberty Valance).

Fuente: Cuaderno del Cineclub Universitario / Aula de Cine.

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