Funeral en Berlín (1966)

Área de Cine y Audiovisual

(…) Ipcress había sido un gran éxito y la productora decidió filmar Funeral en Berlín, la tercera novela de la serie de Len Deighton.

En ella volví a encontrar a mis buenos amigos Ken Adam, que había diseñado la producción de Ipcress, y Otto Heller, el viejo cámara alemán que filmó mis dos películas, Ipcress y Alfie. (…)

 Nuestro director iba a ser Guy Hamilton, que precisamente había dirigido Goldfinger, el último gran éxito de la serie Bond. Pertenecía a la vieja escuela británica de directores y, por haber sido miembro del contraespionaje durante la guerra, estaba más familiarizado con la agitación propia de las películas de Bond que con el árido realismo que habíamos tratado de conseguir con Harry Palmer. Aunque por entonces Berlín era una de las ciudades más fascinantes y misteriosas de Europa, creo que en aquella película no logramos captar el aire especial que tenía. A mí, personalmente, me gustaba el lugar, con el Muro y los guardias del otro lado vigilándonos todo el tiempo con sus prismáticos. Un día, cuando estábamos rodando a pleno sol cerca del Muro, los guardias fronterizos de la Alemania Oriental se dedicaron a deslumbrarnos con un espejo enfocado directamente a nuestros objetivos, hasta que tuvimos que buscar otra localización. En la película yo tenía que cruzar el puesto de control conocido como Checkpoint Charlie, pero como no pudimos utilizar el de verdad tuvimos que construir el nuestro un poco más allá (…).

Michael Caine

Presentación

El viernes, 8 de mayo de 2018, a las 21:00 horas, en la Sala Máxima del Espacio V Centenario, el Cineclub Universitario / Aula de Cine proyecta Funeral en Berlín (1966). Película con la que finaliza el ciclo Un rostro en la pantalla (V): Michael Caine (1ª parte: los años 60), en versión original con subtítulos en español. Entrada libre hasta completar aforo.

Un relato de tono sombrío

La inevitable secuela de la exitosa Ipcress, Funeral en Berlín, se estrenó en plena “fiebre” Bond y al rebufo de la excelente acogida crítica de títulos como El espía que surgió del frío (The spy who came in from the cold, Martin Ritt, 1965). Si en Ipcress se muestra el lado cómico de toda tragedia y que el mundo del contraespionaje puede ser tan insustancial y opresivo como el piso de soltero de Harry Palmer, en Funeral en Berlín el tono del relato se hace más sombrío, grave. Por ejemplo, la relación sexual entre Palmer y la agente del Mossad, Samantha Steel (Eva Renzi), está impregnada de una turbadora tristeza, incluso en instantes que pretenden ser humorísticos. Harry Palmer es aquí, más que nunca, un espectro que deambula por un mundo de muerte y traiciones por doquier, rebosante de falsedad y cinismo, y donde únicamente su sangre fría le salvará el pellejo.

Curiosamente, el único personaje fiel a sus principios, y hasta simpático, es su supuesto enemigo, el coronel Stok (Oskar Homolka), un viejo bolchevique encargado de la vigilancia del muro de Berlín. Stok hace creer a los servicios de inteligencia británicos que desea desertar con el propósito de matar a un tal Kreutzman (Günter Meisner), líder de una organización clandestina encargada de facilitar la huida hacia el oeste a ciudadanos de la Alemania Oriental. En su relación con Palmer, el soviético deja bien claro que disfruta con el fair play, cosa que ignoran todos los supuestos aliados del inglés, mezquinos, codiciosos, insensibles.

Cierre

Guy Hamilton realiza una película de una solidez narrativa intachable. Pero, además, confiere a Funeral en Berlín una textura turbia, y muy moderna, según la cual los personajes viven bajo el peso de una carga de subjetividad cada vez mayor a expensas de su sentido de la realidad. Harry Palmer y las criaturas que lo rodean no actúan tanto como se representan a sí mismas en los papeles que les han asignado fuerzas misteriosas e invisibles. Hay un drama dentro del drama en que cada personaje es un disfraz, y la acción acaba por convertirse en una dura mirada hacia ese universo de fraudes, falsificaciones, manipulaciones y representación.

Fuente: Cuaderno del Cineclub Universitario / Aula de Cine.

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